Carta con respuesta

Macedonia

Louise Brown, la primera niña probeta, ha cumplido 30 años. Sin embargo, la razón de su existir, como la de tantos otros niños fecundados in vitro, no fue fruto de un acto de amor tierno entre sus padres, sino consecuencia de una fría técnica experimental llamada a conseguir resultados a cambio de dinero. El deseo de un hijo está implícito en la naturaleza de los hombres, pero no todo deseo debe de ser secundado si se manipulan las leyes naturales y afectivas que se imbrican en al acto más sagrado que puede ocurrir entre un hombre y una mujer: la generación de una nueva vida. Porque en el origen de cada ser humano late la voluntad amatoria de Dios que le concede su esencia divina, el alma, y lo nombra miembro de su familia. El hijo no debe superponerse a las leyes que marcan la procreación, porque éstas dibujan el destino de la humanidad y deben de ser respetadas para conseguir el respeto de Dios al hombre.

PILI S. MONTALBÁN BARCELONA

Bueno, eso dependerá, señora. Si usted quiere conseguir que Dios la respete, adelante. A mí, personalmente, que Dios me respete o que me tome por el pito del sereno me importa un rábano. Y la falta de respeto es correspondida. Un par de cosas llaman la atención de la macedonia de ideas o empanada mental que ofrece su carta. ¿Está usted en contra de "manipular las leyes naturales"? ¿Se opone a las transfusiones de sangre, los embalses, los antibióticos y la bombilla? ¿No viaja usted en avión ni sube en ascensor, para no manipular la ley de la gravedad, que es una ley bastante natural, creo?

¿Y qué es eso de la voluntad amatoria de Dios? A mí los dioses griegos, que no pensaban en otra cosa, me caen simpáticos. Ese Zeus, incorregible, capaz de disfrazarse de lo que fuera, como Mortadelo, con tal de echar un polvo. Esa Afrodita que no tuvo infancia (salió del agua ya núbil y en pelotas) y le puso cuantos cuernos pudo a Hefesto, sin parar y sin el menor arrepentimiento. Esos dioses aún tenían un pase, pero con el enfurruñado, célibe y rencoroso Dios de los cristianos, del creyente sólo se puede decir, como de Rodrigo Díaz de Vivar: ¡Qué buen vasallo, si tuviese buen señor!

¿Y la niña probeta? Pues felicidades, Louise. Ella más que nadie tiene la certeza de haber sido muy deseada, tanto como para que su madre se metiera en semejante berenjenal. Los demás, la verdad, no tenemos ni idea de en qué pensarían nuestros padres cuando fuimos concebidos. ¿Sólo querían dejar de discutir? ¿Llevaban una copa de más? ¿Habían estado viendo una película para mayores con reparos? No sé a usted, pero a mí me da lo mismo ese único día: es el "amor de muchos días" (que diría Jorge Guillén) el que convierte el azar en necesidad, como siempre sucede.

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