Carta con respuesta

La calor

Durante el invierno, si se prevén ventiscas a temperaturas bajo cero, hay presentadores de telediarios que, como avance de lo que después nos detallarán los meteorólogos, dicen que hará mal tiempo, conclusión con la que en España, salvo algún inmigrante muy nórdico, todos estamos de acuerdo. Sin embargo, en verano, cuando el termómetro se mueve en el otro extremo y se aproximan días de calma chicha y un calor superior a los 35 grados a la sombra, nos anuncian con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja, que hará buen tiempo, expresión que me desorienta. ¿Por qué tiritar de frío lo consideran negativo y achicharrarse de calor una delicia? ¿No será desagradable en los dos casos? ¿O es que causa placer tomarse una horchata fresca y acudir al chapuzón o al abanico cuando atiza la solanera y, en cambio, beber un vaso de leche calentita, arrimarse a la estufa o echarse el edredón si sacude la rasca, producen sensación de fastidio? Hay que ver, lo que hace el turismo playero.

ENRIQUE CHICOTE SERNA ARGANDA DEL REY (MADRID)

La mayoría de la gente se resigna a que en invierno haga frío, pero espera que en verano haga calor y luzca el sol. Pasarse el verano acurrucado en un edredón y con un tazón de leche humeante, pues, ¡qué quiere que le diga! Lo normal es irse de vacaciones en verano con ropa de verano, a una casa en la que no hay provisión de mantas, estufas, zapatillas de orillo y pijamas de franela. Muchos, además, tienen la esperanza (no del todo infundada) de tomar un poco el sol, hacer deporte, pasear en bicicleta, nadar o ir con los niños de excursión hasta el río o lo que toque, o tomarse unas cañitas en un merendero. Lo malo, pues, en verano, es que llueva.

Por otra parte, si hace demasiado calor en verano, también les encanta a los locutores hablar de ola de calor; y a los políticos, decretar estados de alarma y dar consejos. Somos así.

No creo que la culpa sea del "turismo playero", sino de la naturaleza humana y del mundo que nos ha tocado vivir. Aunque agradeceríamos un día de sol en invierno y una tormenta de verano, lo cierto es que no está al alcance de todos los bolsillos. No hay cosa que dé más tristeza que contemplar, en invierno, cuando sale un día caluroso, a la pobre gente que lleva demasiada ropa de abrigo, porque cuando han salido de casa todavía era de noche y se han metido bajo tierra en vagones de metro. A la hora de comer están sudando con jersey y cazadora. Sólo los que se levantan a mediodía pueden vestirse de verano en pleno invierno. Y, por supuesto, no todo el mundo puede irse a la playa cargando, no sólo con sombrillas, colchonetas hinchables, los críos y la suegra, sino también con estufas, mantas y tazones de leche calentita, sólo por si acaso.

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