Carta con respuesta

Boda del siglo

Vaya una suerte la del niño que nace hoy en cualquier rincón de la Comunidad de Madrid, gobernada por la liberal (eso dice ella) Esperanza Aguirre. A medida que vaya creciendo, disfrutará de los mejores servicios públicos que jamás cerebro humano haya podido imaginar. Entre tanto, a los que ya somos mayores nos pasan cosas como esta. El 28 de julio llamo al ambulatorio: "La consulta está muy saturada. La próxima cita sería para el martes, día 5 de agosto, a las diez y cinco", me responde una máquina. Llegada la fecha, acudo con un dedo engatillado, y la doctora decide enviarme al traumatólogo. Este me da cita el 25 de noviembre en el varias veces inaugurado Hospital del Sureste de Madrid, el mismo que, de acuerdo con la penúltima tira de propaganda institucional de la señora Aguirre, permitiría acortar los plazos de atención sanitaria y las listas de espera. Me gustaría decir al niño del principio: chaval, crece despacio.

ENRIQUE CHICOTE SERNA ARGANDA DEL REY (MADRID)

Supongo que Esperanza Aguirre tiene tanto derecho a llamarse liberal como Zapatero a llamarse socialista. Por mi parte, creo que Aguirre acierta más. La política liberal más clásica es la privatización: debilitar el Estado y fortalecer en cambio la esfera pública. En español es un término confuso, porque es pública igual que los colegios ingleses privados más elitistas se llaman public schools: están abiertos al público, a cualquiera (que pueda pagar la entrada). Por lo que recuerdo de haber leído a Habermas (en mi juventud disoluta), la esfera pública no es otra cosa que la actividad privada con proyección pública y surge para promover los intereses de la gran burguesía decimonónica: empresas de ferrocarril, concesiones mineras, periódicos, ateneos, explotación colonial, etc.

Hoy, como en 1870 (por poner una fecha, no demasiado a bulto), la esfera pública está abierta a cualquier particular, igual que Eton: usted y yo podemos crear un hospital, un periódico, una emisora de televisión, un banco, etc. ¿A qué sí? Como somos tímidos, no intervenimos para defender nuestros intereses y así dejamos que ocupen la esfera pública las grandes empresas, sin timidez, con más presupuesto y en defensa de sus propios intereses.

En cuanto a su dedo, paciencia y suerte; y en cuanto a ese niño, yo le recomendaría el coburguismo, que es el arte de vivir a costa de la pareja, bautizado así en el XIX en honor de la familia Sajonia-Coburgo-Gotha, soberanos de un insignificante (y encima pobre) principado y especializados en casar a sus varones con reinas o herederas al trono. Lo mejor que puede
hacer ese niño de Esperanza es crecer para cortejar a la legendaria niña de Rajoy. Se casarán en El Escorial, con Aznar de padrino, ya verá.

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