Carta con respuesta

Medallas morales

Pekín ha sido insuperable. Las Olimpiadas nos han hecho pasar momentos de euforia, de alegría, de susto y de pena ante alguna opción perdida. Sin embargo lo que más me admira son las vidas de esas personas, que son capaces de sacrificar toda una historia personal por colgarse una medalla. ¡Cuántas horas de renuncias a cosas nobles han padecido por seguir entrenando, por superar su propia marca! A todos los que han tenido algo que ver directa o indirectamente, hayan conseguido o no medalla: ¡felicidades y gracias! Sois un ejemplo de que el trabajo bien hecho tiene su recompensa tanto personal como social.

PILAR CRESPO ÁLVAREZ TARRAGONA

En todo hay opiniones. Pekín, Beijing o como rayos se llame ahora ha sido insufrible. Por cierto, ¿se dice perrito beijinés o beijingués? Las Olimpiadas nos han abrumado de aburrimiento y nos han hecho sentir vergüenza. Sin embargo, lo que más me admira es que a esos tipos les pongan medallas y se les conceda tanta atención. Veía a vecinos con el alma en vilo si un español jugaba a las canicas o lanzaba una jabalina más lejos y me quedaba atónito. Como dijo Toni Nadal, tío y entrenador de Rafa Nadal (un tenista, creo): "Creerse alguien por jugar al tenis sería tan estúpido como creerse alguien por jugar bien al escondite".

Lo que me intrigaba es por qué se empeñan en catapultarnos el deporte por la boca y taparnos la nariz, para que tengamos que tragárnoslo, aunque sea sin masticar. Sospechaba que habría alguna poderosa razón pedagógica: el deporte proyecta en nuestras indefensas retinas impresionables alguna clase de fábula consoladora o disciplinaria al servicio de la autoridad competente. Pensaba en la necesidad de vencer a cualquier precio, en la primacía del resultado por encima de todo lo demás, en el puñetero patriotismo, etc.

Ahora me doy cuenta de que tiene usted razón: son un ejemplo. Y, como usted dice, la medalla es lo que menos importa. Lo que tenemos que aprender de una vez por todas es que "el trabajo bien hecho tiene su recompensa tanto personal como social". Una recompensa moral, no hablamos de dinero, qué ordinariez. Por poco que te paguen, tú tienes que darlo todo en tu trabajo. Al cien por cien, como un profesional, como un atleta laboral. Al fin y al cabo, aunque no te suban el sueldo, siempre tendrás una valiosa recompensa social (la palmadita en el hombro que te da el capataz, el respeto de los compañeros, cosas así de emocionantes) y personal (el orgullo del trabajo bien hecho y otras pamplinas que te llenarán de satisfacción). Con enseñanzas tan útiles, yo creo que las olimpiadas deberían ser cada año, todos los veranos, para que la gente vuelva en septiembre al tajo con más ganas y mejor aleccionada.

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