Carta con respuesta

Amor y deudas

Me llamo Sara, tengo 30, soy mileurista y mi vida personal es un desastre. Actualmente, para poder pagar el piso que comparto con una amiga trabajo como pluriempleada en empleos de poca monta (administrativa y camarera). Por otro lado, soy una mujer atractiva, extrovertida y sensible. Sin embargo, una vez más creía haber encontrado al hombre de mi vida en un viaje a Tailandia y una vez más me encontré con un engaño que cada día se repite más:  el último día me confesó que estaba casado y su mujer embarazada. Estoy harta de relaciones efímeras, sin sustancia y permanencia futura. ¿Dónde está el hombre con el que vivir una vida, compartir ilusiones y quizás formar una familia?, ¿es que no tengo derecho a compartir con los demás la ‘sociedad del bienestar’? ¿Alguien me puede dar una respuesta?

SARA PUJOL BARCELONA

Querida Sara: desista. En la actualidad se considera que un gran amor correspondido forma parte de los Derechos Universales de la Persona. Y de los Deberes, que es lo peor. No se lo crea, es mentira: no tiene derecho. Ni obligación. Hay carretadas de gente, incluso muchos matrimonios, que tampoco lo han encontrado jamás. No se haga de menos: usted puede ser feliz y plena sin un hombre al lado. No está incompleta si está sola; no se crea lo que dicen por la tele. Además, como escribió Virgilio: "Una salus uictis, nullam sperare salutem" (sólo hay una salvación para los vencidos: no esperar ninguna salvación).

Mírelo así: si espera una pasión, en realidad está creando en su vida una casilla vacía para que alguien la rellene. Como quien espera un hijo, habrá comprado la cuna y tendrá lista la canastilla completa. ¿Quién quiere ser algo ya previsto por otra persona? ¿Quién quiere ocupar el espacio vacío que ya le han preparado de antemano, sin conocerle siquiera? ¿No le parece a usted que el amor debe echar la puerta abajo y hacerse sitio, su propio sitio, en lugar de acomodarse, dócil como un animal doméstico, en la cestita que usted ya tenía preparada? Quizá sea su propia expectativa lo que ahuyenta la pasión, pues ¿qué pasión se resigna a ocupar ese sitio vacío desde hace tiempo, como quien se pone la chaqueta de un difunto, aunque le quede grande (o pequeña)?

Por último, no se convierta en acreedora. No sea una de esas personas convencidas de que se les debe algo. Nada hay más insufrible. Cuando era niño, si tenía mal humor, mis padres se burlaban de mí: "¿Y esa cara larga, como si te debieran y no te pagaran?" No convierta el amor en una deuda, en lo que se le debía, ni en una tarea de obligado cumplimiento. Deje que sea (si es, tampoco pasa nada si no aparece) un regalo imprevisto, inesperado, inmerecido. Y por eso mismo, más resplandeciente.

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