Carta con respuesta

Derecho a la pereza

Hay un tema sobre el cual los partidos políticos y los distintos gobiernos pasan por encima, sin darle la importancia que en el fondo tiene. La necesidad de reformar el horario laboral. Hay informes y estudios sobre las consecuencias negativas de los actuales horarios  por los que nos regimos, y cómo inciden en la vida familiar. ¿Qué ventaja tiene este anticuado horario de partir el día en dos jornadas, desaprovechando las horas centrales y alargando hasta entrada la noche? Si somos europeos, ¿por qué no tener el mismo ritmo laboral que ellos, mucho más racional y que deja horas libres mejor aprovechadas?

JULIA HUICI BARCELONA

Para mí el verdadero problema es que trabajamos demasiadas horas al día. En su Breve historia del mundo, H. G. Wells evoca con nostalgia irrefrenable la prehistoria, cuando se trabajaba durante dos o tres horas al día; el resto del tiempo lo dedicaban a pintar animales en las paredes de las cuevas, a dormir, a decorarse el cuerpo, a jugar y a una actividad sexual silvestre, insistente y caprichosa. Se morían con pocos años, es verdad; pero, como dice la Biblia, "morían llenos de días".  Con ese régimen de vida, a mí no me sorprende su espectacular potencia creativa: fueron capaces de descubrir el fuego, el lenguaje, el más allá, el arte, los dioses, el amor, la agricultura... Desde entonces hemos ido a menos y trabajamos más sin saber todavía para qué lo hacemos.

La Constitución de 1978 tiene artículos tan disparatados como el 35: "Todos los españoles tienen el deber de trabajar". Igual que a mi amigo Martín Casariego, me entra la risa. ¿Un deber? ¡Vamos anda! ¿Quién obliga a los que han heredado una fortuna a trabajar de albañiles? Frente a ese abusivo deber de trabajar que impone la Constitución, debemos reclamar el derecho a la pereza que proponía Paul Lafargue, el yerno de Marx. Para Lafargue, la verdadera conquista de la revolución no puede ser otra que el tiempo, devolverle a cada persona el poder sobre su propio tiempo.

Lafargue insta a la insurrección a los "proletarios embrutecidos por el dogma del trabajo". ¿Para qué trabajamos tanto? ¿Para tener otro móvil? ¿Para ser una gran potencia? ¿Para que haya trenes que van más deprisa? ¿Para mantener los desvergonzados sueldos de ejecutivos y empresarios? ¿No es preferible disponer de nuestro tiempo, en lugar de producir cada vez más sin saber para qué? Trabajo, productividad, competitividad... Son pamplinas. El objetivo no es trabajar a distintas horas, sino muchas menos horas. Sólo hay que trabajar lo mínimo indispensable, aunque renunciemos a muchas cosas. Saldremos ganando siempre. Tendremos una vida "llena de días",  aunque más vacía de bienes de consumo. Una vida propia.

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