Carta con respuesta

El AVE

Se ha conseguido brillantemente realizar la aparente paradoja de que, con el nuevo tren AVE, Madrid y Barcelona estén más lejos. Todos los precios son políticos, y más aún éste, que se ha puesto increíblemente alto, y encima monopolista, al anular los demás trenes que había en ese trayecto. Así la gran mayoría de la población deberá eventualmente ir por carretera o incluso avión, disminuyendo el número total de viajeros y, encima, agravando la crisis del petróleo y la contaminación.

MARTÍN SAGRERA CAPDEVILA MADRID

A mí el AVE me pareció desde el principio una tontuna de un tamaño descomunal, cuya consecuencia más inmediata y perceptible es la desaparición del resto de la red ferroviaria. Como Atila, allá por donde pisa el AVE, no vuelve a crecer la hierba, se suprimen los demás trenes, las paradas intermedias, las tarifas asequibles, y todo esto ¿para qué? ¿Por la mezquina necesidad de presumir de llegar de Madrid a Barcelona en poco más de veinte minutos? ¿Y los que no quieren ir ni a Madrid ni a Barcelona, sino a cualquiera de las muchas estaciones intermedias en las que ya no efectuará jamás parada? Esos que se fastidien: las infraestructuras públicas se hacen, a costa de todos, para el exclusivo uso y disfrute de políticos apandadores, capitanes de empresa y esos pasmarotes a los que antes se llamaba "ejecutivos agresivos".

No hablemos de las obras faraónicas, cuyas cuentas deben de ser las del Gran Capitán; ni hablemos de los plazos (se ha tardado más en un tren de Barcelona a Madrid que en los 10.000 kilómetros del Transiberiano); tampoco hablemos del impacto ecológico ni del aumento del riesgo de accidentes. Hablemos de que, para unir los grandes centros de negocios y enjuagues, se ha decidido enviar al limbo al resto del país. Hablemos de que, para transportar un poco más deprisa a los atómicos pasajeros del portátil y el teléfono móvil, se ha decidido condenar al resto de la población al uso del autobús de línea o, como esto siga así, de la carreta. Hablemos de que, para añadir más comodidad y rapidez a los desplazamientos de quienes ya iban a gusto, se ha decidido multiplicar las desventuras y penalidades de quienes ya viajaban con dificultad.

Hace ya veinte años, cuando Felipe González empezó con la tontuna del AVE, Rafael Sánchez Ferlosio afirmaba que iba a "acarrear más pronto o más tarde la muerte de los actuales ferrocarriles españoles. No es una profecía, sino un pronóstico: en Japón, los trenes de alta velocidad están favoreciendo la desaparición de las líneas secundarias". Y todo a cambio del plato de lentejas de un par de metáforas (cohesionar España y otras pamplinas) y calderilla de cambio para negociar con los nacionalistas. Formidable.

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