Carta con respuesta

Olímpico

Unos Juegos Olímpicos, empañados por la tragedia, quedarán para el recuerdo, más grabados que nunca, en el imaginario colectivo. Nadie podrá olvidar la fatal coincidencia del accidente aéreo de Barajas, mientras en Pekín se disputaban las Olimpiadas, como nadie podrá olvidar la invasión de Osetia del Sur. Nuestros deportistas han venido a poner ilusión en nuestras vidas. Como panacea universal, como ayuda moral de inestimable valía, que siempre nos da un plus de estima y orgullo personal. Son la cara de la moneda, por su esfuerzo y pundonor, por sus méritos incuestionables que en la medida de sus posibilidades palian el dolor, brindándonos sus triunfos, satisfaciendo nuestras ilusiones.

ANTONIO CARRILLO DÍAZ GRANADA

Usted cree? A mí me parece más que dudoso. Por lo que he oído y leído estos días en la prensa, si alguien se acuerda de Munich 72 es por las siete medallas de Mark Spitz, no por la inolvidable tragedia. Un comando de Septiembre Negro secuestró a once deportistas israelíes y, al final, murieron todos, en una masacre televisada. Los juegos sólo se interrumpieron durante veinticuatro horas. El entonces presidente del COI alegó que no iba a permitir que los terroristas "condicionaran el espíritu olímpico" o algo así, y las competiciones siguieron como si tal cosa. A pesar de que Steven Spielberg hizo una película, nadie lo ha vuelto a mencionar ni lo recuerda. No conozco el imaginario colectivo, pero supongo que todo aquello también se grabaría al encáustico en su olvidadizo disco duro. En cuanto a Osetia, salvo que desencadene una guerra mundial, apuesto a que en meses nadie se acuerda ni del nombre.

Muy desamparada y triste tendría que ser mi vida si estuviera esperando a que viniera a ponerle "ilusión" un lanzador de martillo. A mí sus deportistas me traen al fresco. Como espectáculo, el deporte me aburre hasta la pérdida del conocimiento. Como espejo de virtudes morales, la competición me parece despreciable y detesto ese enaltecimiento a cualquier precio de la victoria y esa atención exclusiva al resultado. También me repele el individualismo rabioso y, en los deportes de equipo, el chovinismo vomitivo de las Olimpiadas. Ese recuento de medallas (da lo mismo cuáles) en el que media España anda embebida me da vergüenza ajena.

Si usted siente "orgullo personal" porque un tipo al que ni conoce corra más rápido que otro, allá usted. Si eso satisface sus ilusiones, pues me alegro, aunque no pueda evitar preguntarme qué clase de vida llevará usted para tener semejantes ilusiones. En fin, hable en su propio nombre, hay algunos (pocos, no se alarme) que pensamos que el "espíritu olímpico" y el "orgullo nacional" son una verdadera indecencia.

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