En zapatillas por Redmond

Capítulo 2: Filantropía de Ciencia Ficción

Microsoft ha dado y sigue dando muchísimo dinero a sus accionistas. Los títulos de la compañía siempre han contado con una buena cotización en bolsa, por lo que desde hace muchos años los mayores accionistas de la empresa de Windows aparecen en las listas de los hombres más ricos del mundo. Pero, ¿qué hacer con tanto dinero cuando seguramente ya has recorrido el mundo entero en dos ocasiones, te has edificado un palacio a la orilla de un lago y has fundado la mayor empresa informática del mundo? El Museo de la Ciencia Ficción de Seattle. Un Guggenheim miniaturizado que reúne una extensa colección de todo tipo de elementos relacionados con este universo literario y cinematográfico, entre los que se incluyen primeras ediciones de novelas y revistas, grabaciones de programas de radio y al menos un fetiche de cada una de las películas del género producidas en este país.

Pues bien. Este museo es obra y gracia de Paul Allen, co-fundador de Microsoft y uno de esos hombres que mirando los dólares de su cartera debió decirse a sí mismo: "Algo tengo que hacer con todo esto que me sobra". Al estilo de la Bill & Melinda Gates Fundation, la Paul G. Allen Family Fundation ha desplegado parte de su filantropía en erigir este museo, altamente recomendado para todos aquellos aficionados a imaginar que el futuro de la humanidad está cargado de encuentros con extraterrestres, naves espaciales, robots humanoides y viajes estelares.

Una verdadera delicia que ha sido posible, al menos en parte, gracias a la venta de los programas de Microsoft en todo el mundo. Por ello, se puede decir, que cada vez que un ser humano terrícola o un ser vivo de ésta u otra galaxia paga por una licencia de Microsoft está contribuyendo a la difusión de la cultura, de la de Ciencia Ficción.

O, al menos, es una forma de verlo.

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