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El día en que De Juana Chaos se suicide con el rifle de Blesa

El día en que se suicide en una lujosa finca de caza el etarra Iñaki de Juana Chaos, ningún periodista se atreverá a asegurar en los papeles ni en las televisiones que bueno, que hay que respetar el duelo, que era un ser humano como todos, que es de bien nacidos ofrecer las condolencias y nuestra solidaridad a los familiares, que la compostura exige guardar minutos de silencio informativo sin exabruptar maldiciones; que, hasta que resucite, es impropio de una dama llamarlo hijo de puta asesino sin cojones ni escrúpulos y solo solidario con sus millonarios herederos. Pues yo, antes de que resucite, le llamo a Miguel Blesa todas esas cosas, porque la verdad es urgente o no es verdadera.

Antes de seguir, voy a practicar una pirueta que me provoca cierto pudor. Por mis queridos trolls, cuyo descerebre tengo en consideración media-alta. Me dirán primero mis trolls que no es comparable un pistolero asesino con un banquero corrupto. Y yo les contestaré que los banqueros corruptos (que son todos, como las hemerotecas demuestran) han provocado muchas más muertes y mucha más desolación y menos esperanza de futuro que cualquier etarra o terrorista de Daesh. Lo ha dicho el Instituto Nacional de Estadística: desde el inicio de la presunta crisis económica --por otros llamada fraude-- el porcentaje de suicidios en España ha crecido un 20%. Nosotros somos cinco hermanos: me toca uno. ¿Cómo me va a entristecer el suicidio cobarde de Miguel Blesa?

Me indigna.

ETA mató a mil personas en 40 años. Solo en el primer trimestre de este 2017, 17.000 familias se quedaron sin casa por los desahucios ejecutados por entidades bancarias. Por culpa de Blesa, España le cobró a estos desahuciados, al margen de la hipoteca, la plusvalía millonaria de un rescate bancario que les dejó sin dinero para pagar su casita. O sea.

¿Qué diferencia hay entre quien mata con un tiro en la nuca y el que te mata quitándotelo todo?: que en el primer caso la bala la paga el asesino, y en el segundo la paga la víctima.

Ese rescate bancario, ese desahucio consentido a todos los españoles con el rescate bancario, es el que pagó el suicidio de Blesa en un cortijo de lujo. Me parece que a Blesa y a sus colegas el suicidio les sale muy confortable. Con toda seguridad, una vez muerto, a los herederos de Blesa no les podrán hurgar el patrimonio. Las demandas penales de un muerto se extinguen, con los que las civiles --la devolución de lo robado-- ya no se van a juzgar. Las viudas del caballero y sus hijos y nietos andarán brindando con cava si el proces no les obliga a beber champán. El suicidio de lujo de Blesa solo ha sido un último negocio para preservar el patrimonio de la famiglia. Y su omertà. No tendrán que pagar. El dinero de papá se queda en casa. Ni siquiera tendrán que renunciar a la herencia. Cómo la muerte, de cierta gente, lo limpia todo. Tenía 70 años y había vivido muy bien: Blesa no ha perdido nada matándose. Lo ha ganado para sus descendientes, que seguirán siendo millonarios a pesar de que su fortuna provenga del delito, de la malversación, de la corrupción o del asesinato. ¿De qué otras cosas puede provenir una fortuna?

El suicidio de lujo de Blesa se lo han pagado preferentistas muertos, españoles muertos por los recortes en sanidad o en dependencia tras el rescate. Yo guardo silencio no por Blesa, sino por los que han muerto sin ningún lujo. Sin ningún rifle de caza mayor con que pegarse un tiro. Sin ningún coche blindado para reaparcarlo antes de que le pegue el sol. Sin ningún desayuno con los aparceros del cortijo. Sin un teléfono movil de su hombre o su mujer a la que advertir. Sin nada.

El segundo argumento cuñadista de mis trolls me dirá que, claro, como yo nunca he sido asesinado por ETA, hablo de oídas. Y comparo a Miguel Blesa con Iñaki de Juana Chaos por capricho. Queridos trolls, me he pasado diez años de carrera periodística reportajeando para El Mundo cosas sobre ETA. Allí metido. En Euskadi. Me han pasado cosas, por poco decir, muy raras. Incluyendo el asesinato por ETA de compañeros de profesión. Decenas, veintenas o treintenas de veces he estado en casas de recién asesinados. He acompañado por las calles a los amenazados y sus escoltas. Arnaldo Otegi nunca me ha besado. Yo qué sé. (Este es el pudor del que os hablaba: no creo que haya que ponerse tan victimista; ni tan Bruce Wlillis salvador)

El problema no es que algunos defendamos más a las víctimas y otros más a los verdugos. El problema, creo yo en mi modestia, es que defendemos más a unas víctimas que a otras y a unos verdugos que a otros. Con lo que a algunos verdugos, si se matan en una cacería de lujo y no en un zulo, los seguimos ensalzando.

Somos clasistas y, en el fondo, admiramos a los que nos roban y asesinan con guante blanco.

El hijo de Chaos estará eternamente estigmatizado, mientras que las gracias de los nietos de Blesa serán reídas en todos los yat-clubes y revistas Hola del universo. Y, además, los hijos y nietos de Blesa se quedarán la pasta y mañana serán los que argumenten que no hay que reabrir heridas desenterrando preferentistas de los desagües de sus spa. Y nos quedaremos tan votantes.

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