Resulta difícil comprender a un país pendiente de unas elecciones europeas y en el que nadie dice nada sobre Europa. Lo intentan algunos partidos emergentes con topicazos antiausteros, contramerkelianos y tal, pero no se ve a nadie que exprese una idea más o menos clara de lo que queremos que sea Europa. Y es que el problema, me parece a mí, es que no queremos que Europa sea. A los españoles nos importa un carajo Europa, salvo cuando se juega la final de la Champions. Es triste pertenecer a un país tan ombligocéntrico. Tan nacionalista. Tan recargado de fronteras mentales y sentimentales. Aunque nos queda el estúpido consuelo de saber que no somos los únicos.
Del debate entre Elena Valenciano y Arias Cañete del otro día nos queda la boutade machista del oligarca y el pesar de que no se hayan puesto a especular sobre si el asesinato de Isabel Carrasco es cuestión de cuernos o una modernizada forma de evidenciarse mafia que se le acaba a ocurrir al Partido Popular (más aun, quiero decir). La palabra Europa casi ni se pronuncia. Y yo pienso que es otra gran victoria de ese poder asquerosito al que llamamos los mercados. La gente no quiere pronunciar la palabra Europa porque es sinónimo de mercados, y esa palabra lleva unos cuantos años causándonos tanta desazón como repugnancia.
Y sin embargo aquí seguimos, sin ganas de votar, como si toda la iniquidad que nos están vomitando encima no se pudiera solucionar con ese simplicísimo poder mágico llamado voto. No le tengo especial simpatía o antipatía ni a Pablo Iglesias ni al Partido X, pero me extraña la escasa proyección real que les otorgan las encuestas. Por mucho que las encuestas estén un poco trasteadas. Ahora que acabamos de celebrar el tercer aniversario del 15-M, ese movimiento que revolvió los corazones y los ojos y la calle y a los abuelos, sabemos que casi todos somos 15-M, pero comprobamos que ese casi todos no sabe votar. No quiere votar. Sigue aguardando en silencio. ¿Donde ecoan los millones de voces que llevan gritando tres años eso de que no nos representan? ¿Con la très sage Eloise de Villon? ¿Con sus neiges d´antan?
Cuando las democracias no funcionan es porque los votantes no somos demócratas. Y en estas elecciones, que son tan especiales que Merkel acaba de liberar a Portugal del yugo de la troika para hacer campaña, se va a demostrar una vez más que no somos demócratas. Que solo somos rebaño, majada, ovejitas que los oligarcas cuentan para conciliar su siempre plácido sueño. Qué penita que damos, camaradas, ovejitas, votantes del fonema be camino del matadero.
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