Rosas y espinas

Rajoy y sus presos políticos

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Se dedica España estos días a abuchear a Mariano Rajoy y no se entiende. Es como si en los entierros los herederos se pusieran a abuchear al sepulturero por la muerte del finado. Ayer mismo quiso nuestro gallego más universal --después de Enrique Iglesias-- darse un baño de masas en la muy alicantina y obrera localidad de Benidorm, después de tres años sin pisar las calles de España a causa de las inefables tareas que distraen a los líderes más amados. Y hubo peña que le gritó cosas a nuestro Prometeo aun no encadenado. "Vete con Rato", blasfemaba desde los balcones gente que no es normal.

"Detrás de demagogos y populistas de todo signo, hay millones de españoles que miran al PP, gente honrada que trabaja, se preocupa de su país, siente a España, la quiere y quiere que crezca. Quiere las cosas que quieren las personas, los seres humanos normales", había dicho Mariano hace poco más de una semana en la última convención del Partido Popular. Se conoce que en Benidorm escasean los seres humanos normales. "Mariano, préstame tu tarjeta que la mía no tiene saldo", gritaban desde los tejados apestosos contribuyentes. A veces el votante carece de sentido del ridículo: como ya ha demostrado Cristóbal Montoro, el PP es como Cáritas o Cruz Roja, y las tarjetas de crédito de sus líderes están tan secas que ya solo se usan para cortar las rayas de incienso que se esnifan durante las visitas a la Conferencia Episcopal.

No me extraña que Mariano no quiera pisar la calle ni en pintura ni en plasma. El desarraigo intelectual del parado y del estafado español le deja mucho tiempo libre para insultar y enfadarse, que son tareas muy poco productivas con las que nunca nadie conseguirá una suite en las incomparables instalaciones de Soto del Real, que es donde se concentra la gente normal de Mariano. Eso le pasa al pueblo por andar leyendo a César Vallejo en los ratos ociosos y derrochando un 21% de IVA cultural: España, aparta de mí este cáliz. "A la caída cruel de vuestras bocas, vendrá en siete bandejas la abundancia, todo en el mundo será de oro súbito", decía la mierda del poeta.

Yo, al ser gallego, ya le había advertido a Mariano de que no pisara la calle, pues en estos tiempos es la calle la que pisa al peatón honrado y normal.

Se le presenta difícil la campaña electoral a nuestro Mariano. Como en walking dead, tiene que andar con mucho cuidado a ver a quién se acerca, pues el país se ha ido llenando en estos tres años de gente que no parece muy normal. El 25%, por poner un ejemplo, ni trabaja. Hay excéntricos, incluso, que le han regalado su casa a un banquero. Y una ingente legión de nuestra enfermiza sociedad prefiere la cocina de los comedores benéficos a las delicatessen de Ferrán Adrià o a los huevos de Lucio, despreciando el sabor y el savoir de la marca España.

Toda esta venezolanería (pues ni son nacionales) es la que anda pidiendo la revolución en España. Y están logrando significativas victorias. Pronto Amnistía Internacional empezará a demandar la liberación de nuestros presos políticos. Luis Bárcenas, Granados, Matas, Correa o Rato están procesados o en nuestras cárceles por defender la libertad de expresión en Delaware o Islas Caimán. Y en esta cruzada por los derechos humanos, Mariano es inflexible: "Luis, Rodrigo, Jaume, sed fuertes", escribe en sus sms jugándose la vida por la democracia.

La gente normal clama contra esos abusos de la oposición en el poder. Y Mariano, valiente, no se arredra y salta a las calles de Benidorm rodeado de policías pistoleros, cual un Ecce Chávez, poniendo en peligro su vida y un ejemplar del Marca. "Yo pisaré las calles nuevamente" es el himno que ha elegido Rajoy para su campaña. Sabe que, con toda seguridad, él también va a perder su hogar por culpa de los comunistas. Con lo bonita que había dejado Viri la Moncloa. Todo sea por la libertad.

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