Rosas y espinas

Aznar y Rajoy

aznarHa sido reaparecer Aznar y encontrar uno la luz en el desierto. O sea, más luz. Demasiada luz. Un fulgor legañoso como de disparo por la espalda. La luz no es lo contrario de la oscuridad, es solo su disfraz, como dijo el clásico. Sucedió en Zaragoza, bastión del Reino de Aragón, donde Luisa Fernanda Rudí La Católica intenta detener a las huestes del moro Muza Iglesias en santa y sangrienta batalla. Allí José María Aznar, Mio Aznar, elevó su potente voz sobre el ágora y proclamó su alerta contra "los populistas de la mentira, el chavismo, los separatistas, los aprendices de brujo, los que hablan y no callan pero les tiemblan las piernas a la hora de tomar decisiones o a los que buscan la bronca. ¿Qué nos queda?: El PP".

Acabáramos, don José María.

Cuando un tío como Aznar lleva razón, conviene no quitársela, porque te pega un tiro.

Tiene la sana costumbre Mariano Rajoy de desatarle el bozal a Aznar en vísperas de elecciones. Rajoy es más listo de lo que parece, aunque suene poco edificante si hay público infantil. Y, con Aznar, Mariano saca al Jeckyll que todo pusilánime lleva dentro, y así enerva y falangiza a esa extrema derecha a la que él ni siquiera es capaz de hacer reír.

A Mariano no le molesta que Aznar ni le nombre en su discurso mitinero. Todo lo contrario. El desprecio de Aznar le arrima el afecto de cierta derecha moderada. "Algunos que antes se sentaban en estas primeras filas ahora se sientan más atrás, porque no se encuentran cómodos. Otros nos miran sin entrar, desde la calle", meditó el invasor de Irak en Zaragoza. Mariano sabe que no pierde a los de las últimas filas, gana a los novatos que han copado las primeras.

Ante tan diversas actitudes, el votante conservador queda perplejo. Unos por interpretar lo que Aznar dice y no dice, y otros por adivinar lo que Rajoy no anda diciendo. Es un sinvivir ser un pensador de derechas, salvo cuando tienes mucha pasta.

Mariano se dosifica a sí mismo y dosifica a Aznar, a quien solo manda ladrar cuando vienen muy mal dadas. Antes los padres nos decían a los niños que era malo ver mucho la televisión. Ahora los padres le piden a los hijos que no salgan tanto en la televisión. Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Carmona, Llamazares y Albert Rivera salen demasiado en televisión. Son como niños. Aznar solo se pone ante una cámara si le dejan cantar lo de fiel espada triunfadora, / que ahora brillas en mi mano / y otros hombres y otras lides / ya tu gloria conoció. Lo suyo es llegar y besar al huésped del sevillano. Rajoy se dosifica hasta en plasma.

El PP está tan corrupto que es el único partido de la historia que consigue recuperar votos hablando mal de sí mismo. Lo contrario se consideraría hipocresía hasta en los reservados del Ritz. Por eso Aznar y Rajoy andan tanto a la gresca. En palabras veladas, Rajoy le reprocha a Aznar que nos haya mandado a una guerra, y Aznar le reprocha a Rajoy que no nos haya mandado a ninguna guerra.

Aznar clama en Zaragoza contra "los goles en propia meta", mientras Rajoy suelta en Don Benito que "lo pasado pasado está". Oh, musas, no abandonéis jamás a tan excelsos poetas al albur de sus gongorinas profundidades.

Rajoy y Aznar son Cástor y Pólux, son el íncubo y el súcubo, son el yin y el yang, son Albano y Romina. Se complementan contrariamente, machihembrándose hasta el punto de mantener más de un 30% de los votos con todos sus amigos en la cárcel. Echándose en cara uno al otro toda la basura, se quedan los dos sin basura. Es algo milagroso.Un prodigio de reciclaje. La verdad es que esta pareja, que parecía tan tonta, nos está engañando muy divertido y muy bien. Viva España.

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