Rosas y espinas

Rayo y Orgullo

anónimos sHace unos días el Rayo Vallecano, mi rayito que no cesa, anunció que vestirá en sus guerreros partidos una camiseta adornada con los colores del orgullo gay. Es el primer equipo del mundo, o eso asegura el presidente Raúl Martín Presa, que lleva al fútbol la vindicación por la libertad sexual de una manera tan valiente. El Rayo Vallecano, mi rayito, tiene un presupuesto anual de unos 20 millones de euros mientras el Real Madrid anda por los 540. Y sin embargo el Rayo cede un trozo de su camiseta a los colores impagables e incobrables del arco-iris, mientras los millonarios jugadores del Madrid facturan pastizales por cada retal de marca comercial que exhiben en el pecho y en el campo. El Rayo Vallecano, mi rayito, ha sido siempre un equipo revoltoso.

"Enclavado en el barrio obrero de Vallecas, que siempre se ha caracterizado en su ADN por una intensa sensibilidad hacia la realidad social, el Rayo Vallecano quiere dar un paso más en la reivindicación de la heroicidad anónima que nos rodea en el día a día. En esta línea transmitimos nuestro compromiso con todos aquellos a los que llega, en menor medida, el reconocimiento mediático. Para ello, en la temporada 2015-2016, se reconocen diferentes colectivos representados en nuestra franja mediante distintos colores alusivos a diferentes ámbitos de lucha", dice el club en su página web.

En el mundo del fútbol, hasta hace nada, ha habido una sola sexualidad: echarle un par de cojones. Ni un solo jugador de fútbol español ha salido, hasta ahora, del armario. Y resulta raro. El fútbol es cosa de hombres. De tíos que pegan patadas y se follan modelos. Y ahora el Rayo Vallecano, un equipo de barrio macho y obrero, de los que silban a las tías desde los andamios y escupen en las papeleras, nos sale al campo armado con los siete colores del arcoiris libertario, gay, bollero, lo que sea.

En los 70, al campo del Rayo iban los parias del Gran San Blas, del Pozo del Tío Raimundo, del Huevo, de los chabolares del Madrid sureste, delincuencial, marginado, navajero, sucio, noble e innoble, y pobre. Miserable. Hordas de alpargateros viejos y niños cruzaban aquel viejo cementerio (no me acuerdo de cómo se llamaba) y luego atravesaban cientos de metros de secarral envuelto en escombros para ver al Rayo. A mi rayito.

Más de 40 años después, los nietos de aquellos alpargateros vuelven al campo del Rayo y ahora traen la camiseta de la igualdad. Eso no lo he visto en el Bernabeu ni en el Camp Nou. El Barça y el Madrid son demasiado fashion para comprometerse tanto y con asuntos que conciernen incluso a maricones. Da igual que posean enormes academias en las que captan niños y les enseñan a jugar al fútbol y latín y matemáticas. Ese otro tipo de cosas, no las van a enseñar. Resulta impensable que el equipo del Pozo del Tío Raimundo, del Gran San Blas y del Huevo (donde hasta hace nada llamarle maricón a cualquier quinqui, aunque fuera en broma, te costaba un navajazo), adelante en valor y ética a los complutenses de Madrid o a los autónomos de Barcelona.

Por eso soy del rayito. Y bukanero.

Lo que Academia no da, la dignidad te lo presta.

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