Rosas y espinas

Pedro Sánchez se burla de Krahe

 

kraheLa muerte de Javier Krahe me devuelve a la adolescencia y a la juventud en blanco y negro, cuando uno podía encender aquella televisión precaria y encontrarse al trovador madrileño entonando Marieta y pronunciando la palabra gilipollas en prime-time. Cuenta la leyenda que fue el primer ser humano que invocó tan bella palabra en la televisión española.

No era nada inhabitual, en aquellos tiempos ruidosos de temor, guata y sables, encontrarse en las 625 líneas a Camilo José Cela, Francisco Umbral, Manuel Vázquez Montalbán, Siniestro Total, Fernando Arrabal, Luis Eduardo Aute, Joaquín Sabina, Paco Ibáñez y todo un tropel de gentes de la cultura que venían a desempolvar España del incienso y la pólvora acumulados durante 40 años sobre nuestra geografía sentimental y de la otra.

tolaProgramas como Si yo fuera presidente, La bola de cristal y La clave, las entrevistas de la malograda televisivamente Mercedes Milá, de Carmen Maura o del inmenso Fernando García Tola salpitentaban entretenimiento y hondura, frivolidad y cacumen, educación y la necesaria falta de educación que demandaban los tiempos.

Las series de moda eran La Regenta, Cañas y barro, Fortunata y Jacinta, Los gozos y las sombras, Brigada Central, Pepe Carvalho, El Camino... una parrilla reventona de clásicos literarios de ayer y de hoy, que se decía entonces, y que reconciliaban la nacional alergia española a la lectura con el potente acervo cultural de ese pequeño laboratorio de genialidad que siempre ha sido España. Y a través de un medio, la televisión, que pudo convertirse en feroz arma intelectual contra la pereza. Ay.

imagesY empecé este artículo con Krahe precisamente porque con Krahe se terminó todo aquello. Al menos, simbólicamente. La censura ejercida contra el trovador en 1986 y ordenada por Felipe González fue el knock-out, de una sola hostia, a aquel huracán libertario y vanguardista que recorría nuestras 625 líneas cada tarde-noche. Todopoderoso, Felipe González le tenía más miedo a un señor de alta frente, verso exacto, risa circunspecta y guitarra torpe que al líder de la oposición: a la sazón (y desazón) Manuel Fraga.

Que Krahe le diera más miedo a Felipe que las divisiones azules y tanquetas ideológicas de Donmanuel auguraba entonces mucho de la deriva que después fue llevando al PSOE hacia la parodia izquierdista de hogaño. Prácticamente todos los ayuntamientos socialistas (que eran los que más contrataban) anularon sus conciertos con el perpetrador de Cuervo ingenuo. Y la televisión se fue despojando de aquellos incómodos libertarios y sustituyéndolos por palmeritos inanes que entonaban boleros y mariachis de fácil digestión. La televisión española dejó de ser divertida, y se fueron rompiendo todas las guitarras y todas las bolas de cristal que habitaban el otrora ajardinado Pirulí.

Se comenta mucho que el septenio de José Luis Rodríguez Zapatero recuperó vigorosamente la pluralidad de la televisión pública, tras un aznarato en el que el fracaso de las huelgas generales se anunciaba antes del inicio de la jornada laboral. Puede ser, pero ya nunca se resucitó aquella ventolera de cultura e ingenio de la década inaugural. Y, que yo sepa, jamás Javier Krahe volvió a cantar en la televisión pública.

pedroEl día de la muerte del poeta, Pedro Sánchez no se ruborizaba al escribir, en twitter, que "una democracia necesita artistas como Krahe para tener conciencia crítica". No sé qué habrá pensado su mentor, el censor kraheano Felipe González, de tal aserto. A fuer de no ser tan hipócrita, caro Pedro, ¿no crees que lo que le debe el PSOE a Krahe es una disculpa? Lo demás, compañero, es burlarse del Burlón. Y eso ningún poeta que buscando la gloria de Cervantes haya acabado en una bar de la glorieta de Quevedo te lo va a consentir. Y menos yo.

 

 

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