Rosas y espinas

Violencia política

Prado_-_Los_Desastres_de_la_Guerra_-_No._05_-_Y_son_fierasEspaña anda borrica otra vez, y cuando España se pone borrica le da por adornar el filo de su navaja con bella sangre contraria. Esta semana hemos asistido a unas cuantas barbaridades. Ayer mismo, unos neonazis le grabaron una esvástica a un chaval libertario de Bilbao. En la piel. A navaja. Pocos días antes, la portavoz del partido ultraderechista Vox en Cuenca fue hostiada por antifascistas. El martes, día de la guerra, un vecino de Villanueva de la Torre, Guadalajara, se lanzó durante un pleno del ayuntamiento sobre la ex alcaldesa del PP. Lo pararon voluntarias unidades pedáneas de intervención parapolicial de Podemos.

La violencia nunca es anecdótica, y menos la violencia política. Lo difícil es diferenciar qué es y qué no es violencia política. En España nunca hemos sabido delimitarlas con mínima cordura. Violencia política consiste en implantar tu idea en el cerebro del otro previa hendidura craneal con maza, hacha, pistola, bate o motosierra. La fractura encefálica del enemigo le facilita la absorción de tu idea, pues es sabido que las ideas españolas se aceleran en contacto con la sangre. Pero es afición nacional que no goza de las simpatías de la gente buena y democrática de Europa, al contrario que los toros o la caza del nadador del Tarajal, y corremos el riesgo de pasar por rústicos o desabridos ante los turistas y las cancilleres si seguimos en este plan.

En estos tiempos en que mueren siete decenas de sirios asfixiados dentro de un camión en tierra europea, la violencia política debe de ser abandonada por el pueblo para dejársela a los que saben, a nuestros grandes oligarcas, banqueros y estadistas. Es absurdo matarnos entre nosotros con tan rudimentarias armas cuando nuestros líderes se han tomado la molestia de idear en nuestro honor métodos de autoexterminio mucho más sofisticados. Y uno de ellos es la costumbre.

El pueblo se pelea por la política en la calle antes de devolverle a la calle la política, de donde nunca debía haber salido. Es una pelea inútil. La sangre importante y litrosa se decide en instancias más altas. Ya ningún Gravrilo Princip desencadenará ninguna guerra asesinando a ningún archiduque austriaco. Hace ya muchos años que las guerras han dejado de pertenecerle al pueblo, salvo en las consecuencias. El revolucionario se va quedando en matón de taberna, mientras en el camión que ayer le sirvió la carne han muerto esta semana asfixiados 71 hombres y mujeres sirios. Pena de revolución.

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