Rosas y espinas

Borbonismo republicano

5697bfba5ff88Oséase que resumiendo. Este viernes, el líder de un partido imputado fue a visitar al jefe de una Casa Real imputada y entre los dos decidieron no designar candidato a presidente de Gobierno. Me parece un bello síntoma de nuestra salud democrática. A pesar de tanta pompa y protocolo, al final aflora entre los tapices y las alfombras de La Zarzuela la flor silvestre, fea y sucia de la realidad española.

El elegante minué de la ronda de contactos entre candidatos y Felipe VI nos ha escenificado la doble cara de la hipocresía nacional mejor que los cajeros automáticos, que durante el día nos enorgullecen con el poderío de los bancos españoles y por la noche se metabolizan en el refugio durmiente de nuestros mendigos.

Acudió Mariano Rajoy a la Zarzuela como candidato de un partido dedicado a destruir pruebas judiciales, con el tercer cargo de Presidencia recién dimitido por presunta corrupción, su tesorera investigada, ex ministros y ex contables encarcelados, y una hermosa sede madrileña pagada en dinero negro, y fue recibido por un ex príncipe cuya hermana teje almohadillas para mitigar la dureza del banquillo de los acusados, y discípulo de un ex jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, inmerso en los avatares de la causa de las tarjetas black de Caja Madrid. No me extraña que los ciudadanos sigan manteniendo esta fe ciega en nuestras instituciones.

Resulta bastante penoso observar la escena de nuestros electos entrando en el salón después de que les abra la puerta un valet, cruzar la escena entre azorados y ufanos, saludar al sonriente monarca y después regresar a su republicanismo vallecano sin decir absolutamente nada sobre los borbones. Carpetanos y vetones continuamos sobreviviendo en un raro borbonismo republicano gracias al cual no acaba de despegar del todo nuestra democracia. Nos escandalizamos de la corrupción mientras rendimos vasallaje a la institución más corrupta de nuestra nuez democrática, que es la Corona.

El debate sobre la monarquía, o sobre nuestra monarquía, siempre ha sido tomado como un mero asunto simbólico, cuando se eleva bastante más alto. No puede existir un país limpio cuando se erige sobre (o bajo) una institución tan mancillada como la que solidificó desde 1975 Juan Carlos I en camarilla con personajes como Manuel Prado y Colón de Carvajal (convicto), Javier de la Rosa (convicto) o Mario Conde (convicto). Todos los titos de nuestro actual rey, los que lo sentaron en sus rodillas siendo un rapaz, acabaron pasando por la cárcel. Se echa de menos que nuestros diputados electos no nos recuerden estos simpáticos datos cuando glosan en rueda de prensa sus audiencias con Felipe VI.

Una regeneración no debe anticiparse con tantas dosis de hipocresía. Felipe VI no merece, por sangre y genética, el honor de que los representantes del pueblo acudan, antes de confeccionar gobierno, a rendirle protocolarias cortesías. Sobre todo después de que él, muy conscientemente, le negara audiencia a un representante de nuestra legalidad democrática como Carme Forcadell, presidenta del Parlament catalán. Yo deseo que, en esta nueva ronda de contactos que se inaugura el miércoles, los líderes de nuestros partidos democráticos no vuelvan a cruzar esos lujosos pasillos, atravesando puertas abiertas por criados palaciegos, sino que le envíen a Felipe VI su propuesta a la presidencia por fax. Del encuentro entre un corrupto y un hipócrita jamás podrá nacer lo que (algunos) deseamos. Un espacio en el que vivir limpiamente, o sea.

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