Rosas y espinas

¿Y una mocioncita?

España es un sumidero atascado, y el PP es la bola de pelo y suciedad que impide vaciar el agua sucia. Ni siquiera su extinción en Catalunya ha desviado lo más mínimo la hoja vertical de ruta del Gobierno hacia el abismo. Y ahí sigue el PSOE de Pedro Sánchez, impasible el ademán, observando la debacle desde la primera fila. No se trata solo del bucle catalán. Mariano Rajoy acaba de publicitar una subida timorata del salario mínimo, albricias, mientras las eléctricas y las gasísticas anuncian que el encarecimiento de luz y butano se van a tragar ese sobresueldo con creces. La hucha de la seguridad social la han roto con más entusiasmo incluso que los discos duros de Bárcenas. La fábrica de miseria sigue funcionando a pleno rendimiento. Y un partido que se dice socialista observa cómo nos tritura la cadena de producción con gesto de rosa impertérrita, inútil y bello, cómo su líder.

Las elecciones catalanas dejaron bajo las urnas la evidencia de siempre: sin un partido socialista que se haga responsable de soluciones transversales, plurales y multicolores seguiremos instalados en el bucle. Que es lo que le interesa al Ibex 35, ese diablo que cotiza en bolsa. No es que los empresarios sean mala gente per se, pero tampoco van a ser tan bobos como para contratar trabajadores pudiendo gozar del servicio de unos dóciles esclavos.

Los marianólogos insisten mucho en que nuestro presidente abusa del dolce far niente en su ejercicio del poder, y no es del todo exacto. Rajoy se puede permitir el lujo de no hacer nada, ni en Catalunya ni en la SS, porque su gran rival tampoco mueve ficha. El PSOE está atorado en su propio miedo a la acción. ¿Qué votantes socialistas entenderían que abriéramos diálogo con ERC?, se cuestionan aterrados Pero se dejan en el tintero la otra pregunta: ¿cuántos votantes socialistas se han ido hacia la abstención o a Podemos por no dialogar con ERC, por no buscar una solución pactada a un conflicto que lleva tantos siglos enquistado?

Tras la elecciones del 21-D hubo algunas voces tímidas que apuntaron la necesidad de plantear una moción de censura en la Carrera de San Jerónimo para buscar nuevos rumbos y nuevos capitanes. Ninguna desde el seno del PSOE, que por peso y por historia sería el único agente que podría liderar la asonada democrática.

Manda el electoralismo. Los estrategas socialistas consideran que, ahora mismo, unaa elecciones reforzarían al PP con el voto cerril de los que coreaban a por ellos a los policías destinados a Catalunya. Es posible. O no. Hay que confiar en la madurez de los pueblos. Aunque sea solo porque no tienes nada que perder. Ante el tacticismo congelante de la oposición, Mariano Rajoy ya vive, gobierna y goza como si contara con mayoría absoluta. Y así, pasito a pasito, caminando rápido, el neoliberalismo sigue pisoteando puntos sin retorno en su empobrecimiento de la población.

Yo creo que ya viene siendo hora de exigirle al PSOE cierta valentía. Su papel de miniyo del PP ya nos está aburriendo, como una sitcom agotada y repetitiva. No está siendo este un invierno especialmente frío, pero ahí fuera yo sigo viendo todo congelado.

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