Rosas y espinas

Como si no existiera

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida (d), acompañado por la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís (2i), durante la presentación del programa de las fiestas de San Isidro 2021, este martes en el Auditorio del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque. EFE/ Víctor Lerena
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida (d), acompañado por la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís (2i), durante la presentación del programa de las fiestas de San Isidro 2021, este martes en el Auditorio del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque. EFE/ Víctor Lerena

Yo no sé si esto de la libertad me está sentando muy bien. Desde que tenemos libertad, yo no hago más que asistir a botellones, participar en orgías y organizar multitudinarias corridas de toros en las que siempre me acaba tocando el papel de toro. Tanto beber, follar y cornear, lo he de reconocer, me está matando. Y, para colmo, cada vez que pongo un pie en Madrid me encuentro con una docena de ex, lo que demuestra que uno no puede fiarse ni de las promesas electorales de los partidos más serios. Es extenuante. Desde que empezó la libertad, el cuatro de mayo en Madrid, llevo el hígado y la polla en cabestrillo. Ya digo que a mí, tal vez sea por la edad, tanta libertad me está matando.

La clave de lo que debo hacer me la dio Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid por Ciudadanos, cuando nuestro Tribunal Supremo anuló Madrid Central, ese mojigato proyecto izquierdista que pretendía reducir las emisiones de CO2 en el corazón de la capital limitando el tráfico rodado. Según he leído por ahí, nuestro TS es el primer órgano judicial del vergeliano orbe que dicta sentencia tan libertaria contra medidas para la preservación del medio ambiente. El medio ambiente, como todo el mundo sabe, es un invento social-comunista. Hasta que nos pongan un impuesto al vicio de respirar. Ya nos han privatizado el agua, la tierra (los pisos sociales vendidos a buitres) y el fuego (el precio de la calefacción, el impuesto al sol). Solo queda uno de los cuatro elementos presocráticos por privatizar. El aire.

El caso es que nos dice Begoña Villacís que, aunque Madrid Central ha muerto, los madrileños han de actuar como "si Madrid Central siguiera existiendo".

Esto de las cosas que no existen pero que hay que actuar como si existieran es muy propio de la derecha, siempre proclive a asesinar en nombre de un difícilmente demostrable dios.

Madrid Central no existe, pero hay que actuar como si existiera. El estado de alarma no existe, pero hay que actuar como si existiera. La justicia no existe, pero hay que actuar como si Eme Punto Rajoy estuviera siendo identificado (con todas las dificultades que conlleva descifrar tan retorcido alias). La democracia no sé si existe, pero solo la cuidamos en plan amigo imaginario.

El caso es que Villacís nos propone a los madrileños vivir como si Madrid Central "siguiera existiendo", y no sabe uno si la vicealcaldesa nos invita a conducir menos por el centro de Madrid o a respirar más despacio para no inhalar tanto humo. Las dos alternativas son innegablemente eficaces.

Tampoco estaría de más, ya que hemos votado libertad y tenemos derecho a abusar de ella, que sustituyéramos la dicotomía de Villacís por la del alcalde José Luis Martínez Almeida. Aquí ya nos otorgaríamos el lujo de vivir en otra doble realidad:

--Mientras no sea firme la sentencia, Madrid Central sigue en vigor --afirmó ayer vigorosamente.

Pero es que la sentencia es firme, señor alcalde. La ha emitido el Supremo, y, como su nombre indica, es muy supremo. La sentencia no se puede recurrir ni martillear cual peligrosos versos en piedra de Miguel Hernández.

Podemos actuar como si el Supremo no existiera, en plan Villacís.

--En el caso de que alguno circule por Madrid Central sin los supuestos previstos, el Ayuntamiento tramitaría la multa correspondiente.

Mas, no te asustes, puedes recoger la multa como si no existiera. También puedes descuidar tus derechos democráticos como si no existiera el fascismo. Y quedarte sin casa como si el derecho a la vivienda no existiera. La libertad consiste en hacer un montón de cosas. Y hacerlas, eso sí, como si no existieras.

Más Noticias