Ruido de fondo

La nueva moto de Esperanza Aguirre

La izquierda clásica siempre ha tenido miedo a la palabra excelencia. Le suena a privilegios de clase. Vosotros decidle a un pedagogo socialdemócrata que también hay que ocuparse de los mejores y ya veréis cómo se opone. Es un acto reflejo. En Andalucía, por ejemplo, hay programas excelentes para los niños con Síndrome de Down, pero no pidáis nada semejante para los que padecen un alto coeficiente intelectual.

A la derecha por su parte le sucede lo contrario, le vuelven loca las segregaciones. Siempre que puede hace una: de inmigrantes y españoles, de enfermos y sanos, de hombres y mujeres. Y por supuesto la que más le gusta: de ricos y pobres. Así que no es de extrañar que ante el lamentable estado de la enseñanza pública en la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre haya propuesto una segregación para mejorar lo que ella misma ha destruido. Bachillerato de excelencia se llama la moto que va a vendernos la señora para encubrir su desmantelamiento de la enseñanza pública.

La igualdad no consiste en tratar a todos de la misma manera, sino en facilitar a cada cual el desarrollo de su talento y de sus habilidades. Como decía un profesor mío, que todos seamos iguales es una pretensión intolerable. La igualdad verdadera pasa por prohibir los colegios privados para que todos los niños —incluidos los nietos de Aguirre— vayan a la misma escuela pública. Ya veríais en ese caso cómo la presidente además de segregar a los más listos mejoraba las ratios de alumnos, aumentaba el profesorado, invertía en instalaciones y convertía a la enseñanza pública en una institución de excelencia y calidad.

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