Ruido de fondo

Vivan las europeas

El presidente del Gobierno reduce la desgravación por compra de viviendas y al día siguiente la Comunidad de Madrid las aumenta. El presidente financia la compra de coches, pero lo hace con el dinero de las comunidades, que no han sido consultadas y se resisten a pagar. El presidente anuncia un portátil para cada niño, pero como Educación depende de las comunidades, serán éstas las que decidan cuántos ordenadores, cómo y a quién. Puede ser que el presidente acabe convertido en una figura honorífica. Puede ser también que a Zapatero sólo le interese ganar debates, sudándosela mucho las promesas y su ejecución. O puede que nuestra organización administrativa en comunidades autónomas no esté funcionando bien. Sin duda, hay competencias que se gestionan mucho mejor descentralizadas, pero hay otras que no. ¿Un Estado federal? Adelante. ¿Independencia de Cataluña y País Vasco? Nada que objetar. Pero mientras tanto, esto es lo que hay: un sistema chapucero que entorpece toda iniciativa que requiera coordinación, urgencia y efectividad. El Estado de las autonomías se ha convertido en un mastodonte burocrático, en una grotesca multiplicación de Estadillos onerosos y de reyezuelos insolidarios —alguno de ellos corrupto—, que excitan los instintos más bajos de la ciudadanía para conservar su regioncita de poder. Las instituciones europeas son las únicas (modestas, sí, pero no hay otras) que limitan de vez en cuando los abusos de este perverso, pero sagrado, sistema de organización administrativa. Por eso PP y PSOE desprestigian con la boca pequeña las elecciones europeas, convirtiéndolas en un retiro dorado de sus empleados y en unas primarias de las generales.

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