Ruido de fondo

Esta columna no trata del caso Gürtel

No sé si son 80, pero el caso es que pasados unos años tras la muerte de un autor, sus propiedades (las intelectuales sólo) son expropiadas. Yo, que soy parte interesada, digo desde esta columna que sí, que estoy de acuerdo con este mundo feliz, en donde todo es de todos. Una cuestión de orden: ¿no sería más provechoso para la sociedad empezar esta socialización de propiedades no por las intelectuales, sino por las otras, por las propiedades de verdad? Que en 2016 la obra de García Lorca pertenezca a todo el mundo es... bonito, por usar una expresión de Francisco Camps. Pero que a los 80 años de la muerte de la duquesa de Alba o del patriarca Botín todas sus propiedades engrosaran las arcas públicas sería precioso. Quien gobierne podría repartir no 400, sino 400.000 euros a cada uno, financiar leyes de dependencia y proteger a los atuneros vascos con dinero español, como pide el PNV. Pero, bueno, esto es otro asunto. Yo de lo que quiero hablar es de la Feria del Libro de Franckfort, que se celebra estos días y que ha declarado abierta oficialmente la era del libro electrónico. Esto significa que los problemas de piratería que se ceban ahora con la industria cinematográfica y musical están llamando a la puerta de la industria editorial. No sé si los defensores de las descargas gratuitas de canciones por internet se aplicarán con la misma convicción a defender el expolio de los escritores, argumentando... argumentando ¿qué? Los escritores por fortuna no cantamos en público y las editoriales no son las discográficas. La coartada empleada con la música aquí no sirve, amiguitos del alma. Espero ansioso los argumentos que intentarán legitimar el robo. Mira tú, al final acabo hablando de la Gürtel.

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