Ruido de fondo

Mi experiencia con el burka

Ninguna, no tengo ninguna experiencia con el burka. Y no es que nunca me haya puesto uno; es que jamás me he cruzado con una mujer que lo llevara, y eso que vivo en la frontera sur de la UE, donde las mujeres musulmanas van por la calle con todo tipo de velos y tocados. Pero no, mujeres con burka no me he encontrado nunca por aquí. Por eso me sorprenden las iniciativas de algunos ayuntamientos, que legislan a toda prisa contra algo que no existe.

Estos días, durante la selectividad, me preguntaba cómo reaccionaría yo, presidente de un tribunal, ante una estudiante con burka que quisiera hacer el examen. Y, la verdad, no tengo ninguna duda: le pediría que se descubriera para poder identificarla, y no le dejaría que escribiera una línea con la cabeza cubierta. Los chicos son extremadamente ingeniosos con las chuletas y toda precaución es poca.

Así que como veis, ninguna contradicción entre mi rechazo radical a las leyes ad hoc que legislan sobre la moda musulmana y la obligación que tienen todos los ciudadanos de cumplir el Código Penal y los reglamentos universitarios. Que cada cual vista como quiera. Pero en la selectividad el presidente del tribunal tiene que identificar a los estudiantes que entran en el aula y vigilar que nadie copie.

Casi todas las prohibiciones son, aparte de inmorales, contraproducentes. Si me hubieran prohibido la boina en Estados Unidos, jamás me la hubiese quitado. Y si lo que preocupa es la dignidad de la mujer, no seamos tan arrogantes y reflexionemos antes sobre nuestros implantes de pecho, por ejemplo. Me han dicho que algunos padres españoles los regalan cuando sus hijas aprueban la selectividad.

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