Ruido de fondo

La educación la resuelvo yo en dos patadas

Una mampara, eso es lo que necesita la escuela pública, una mampara como la de los taxis entre los alumnos y el profesor. Y que los docentes estén adscritos a Interior, no a Educación. Que se reconozca la función social que les hemos encomendado de tapadillo: reducir la delincuencia juvenil, impedir que los zánganos de 16 años sin interés por la escuela se dediquen a dar hostias por la calle. Habrá que implantar la medida (y la mampara) en la universidad en cuanto agredan a un catedrático. Aunque en el caso de la universidad es más probable que la paliza venga antes de un colega que de un alumno. Fuera de bromas: no tengo muchas esperanzas puestas en ese pacto por la Educación con el que se juega su futuro político el ministro Gabilondo, un lobo con piel de dialogante corderito, como saben bien quienes sufrieron su mandato de rector en la Autónoma de Madrid. Estupendo que PSOE y PP acuerden no modificar cada dos por tres la ley de educación, pero ¿a cambio de qué? ¿A cambio por ejemplo de no cuestionar nunca más la catequesis católica? Además el problema no está en la escuela. Es cierto que se necesitan más medios y mejor preparación del profesorado. Pero el problema de la instrucción, con ser acuciante, no es el problema. El problema es la mala educación general del país. Y eso no es competencia de un ministerio que debería llamarse de Instrucción para no confundir. La buena educación hay que llevarla de casa. Basta con ver la tele a ciertas horas, ciertos debates, ciertas sesiones parlamentarias, leer los comentarios de la gente en ciertos blogs, para comprender de dónde sale el niño que pega al maestro y el animal de su padre.

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