Marco Incomparable

Hijos sin padres marca Disney

ElenaefeDesde que soy madre he descubierto que mi fuerza de voluntad es infinitamente peor de lo que pensaba porque, tras echar pestes durante años del físico de Barbie, de las Monster High o de los valores que promueve Disney, a la mínima de cambio me he visto a mí misma comprando a Barbie sirena, regalando a Draculaura y consumiendo todo tipo de películas y productos de la compañía que más se ha forrado a costa de los niños.

 

Disney acaba de presentar al mundo a su nueva princesa: Elena de Avalor. Una heroína cuyo principal logro hasta que la veamos en acción es ser latina. Parece que el anterior intento con una princesa de Hispanoamérica no coló. Se trataba de Sofía, una jovencita que, según mi hija de seis años, es probable que fuera oriunda "de Rumanía", y no de Ecuador precisamente.

 

Y hete aquí que ahora llega Elena, físicamente un calco de Jasmín (la coprotagonista supuestamente árabe de Aladín), a quien han vestido con un traje folclórico entre mexicano y dominicano dentro de esa ambigüedad que permite a la compañía cualquier licencia en la que no sea necesario ningún tipo de rigor social o cultural.

 

Hay quien ya se ha quejado de que la princesa no representa fielmente el tipo de mujer latinoamericana. No sé qué pensarán las nórdicas de Elsa y Anna de Frozen, ni las mujeres árabes de Jasmín o las afroamericanas de Tiana. Disney nunca nos prometió un fiel reflejo de las sociedades en las que supuestamente viven sus princesas. ¿De dónde es Blancanieves? ¿Y Aurora? Ni idea. Además, ¿podrían todas las mujeres latinas, con su enorme diversidad, sentirse reflejadas en una sola mujer?

 

Más importante que sus ojos más o menos almendrados o que las tallas irreales de estos dibujos animados, que también me chocan, lo que a mí me mosquea es que la compañía estadounidense promueva un modelo de hijos sin padres. Tal vez debamos fijarnos en si es normal que los jóvenes protagonistas de Disney se queden huérfanos o hayan perdido a sus padres (a través del secuestro entre otros métodos). Bambi, el Rey León, Blancanieves, Elsa y Anna, Rapunzel... Sus series preadolescentes siguen el mismo patrón —no les suelen matar, pero en Disney consideran normal que vivas solo con 15 años—.

 

Unos esquemas que, por más que me disgusten, al final permito ver a mis hijas una y otra vez. Puede parecer una estupidez. Tengo la sensación de estar haciendo algo mal, pero es difícil escapar de Disney. Bastante duro es ser una madre que despierta, viste, da de comer, pone orden, pide silencio, ata y desata cinturones de seguridad 30 veces al día como para encima ponerme a discutir ahora por la princesa Aurora. Me opongo, pero acabaré comprando la mochila del colegio, el pijama, la taza y la muñeca de Elena de Avalor. ¿Tendrá padres Elena?

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