Palabra de artivista

El triunfo de lo abstracto

Webster Tarpley ya lo avisó en su expeditiva Obama: The Postmodern Coup, toda una clase magistral sobre la manufactura, manipulación y populismo que ha habido tras el presidente estadounidense: ante la degradación democrática que los neoliberales, los oligarcas, la plutocracia está llevando a  cabo, ante la degradación de lo social, de unas condiciones de vida cada vez más precarias, ante la brecha creciente entre unos oligarcas cada vez más ricos y unos ciudadanos cada vez más pobres, más impotentes, con una situación cada vez más precaria, las políticas cada vez serán más abstractas, más irreales, más surrealistas, los políticos cada vez prometerán cosas más irrealizables, más absurdas, más descaradamente imposibles. Pero como el pueblo está desesperado, en su desesperación sólo querrá escuchar sueños, promesas, soluciones inmediatas a su desesperación... por muy ilógicas, absurdas y abstractas que sean.

Es el triunfo de lo abstracto, de lo simplista, de lo inmediato.

Y es que esta "política" se ha vuelto muy popular entre los que no han hecho sus deberes, entre los que cada vez han ido "pasando" más de la política, de defender el terreno que han ido perdiendo, ante los que han vivido en su burbuja consumista, seguros de que luchar por sus derechos era obligación de otros, "de esos políticos corruptos que ganan tanto", y ahora quieren una solución fácil, rápida, inmediata. Y, sobre todo, que borre las pistas de su indolencia, de su "pasotismo", de su colaboración sistémica. Pero eso en política, no existe.

A este explosivo cóctel sólo hay que sumarle la cobardía y el oportunismo de los políticos y periodistas que temen no ser populares si van en contra de "lo popular". Así es como se infla un fenómeno que ni se entiende ni en el que se cree. "Vaya a ser que estos sean los próximos y me quede fuera".

Somos muchos los que miramos a Sol soñando con un cambio, con un milagro, con una respuesta a nuestras plegarias alternativas... pero en el fondo de nuestro corazón, de nuestra consciencia activista, de nuestra experiencia vital en las trincheras reivindicativas, sabemos que eso no es posible. No sin objetivos reales, sin riesgos, con algo más que lemas de agencia de marketing. Como hablaba el otro día con un amigo, los procesos políticos son mucho más cínicos, mucho más manipulados, mucho más complejos. Algo de lo que doy buena fe. Yo, que vi todas las promesas de cambio de aquellos inicios del movimiento gay en Madrid volatilizarse en cuanto entró el dinero, los egos y  los intereses.

Quizás por eso lleve varios días susurrando por lo bajo: "que no vuelva a pasar, que no vuelva a pasar, que esta vez nos sorprendan". Pero la razón y el sentido común, ese al que tantas veces aludió el lamentable portavoz de Democracia Real Ya ayer en Al Rojo Vivo, son muy puñeteros. Y se empeñan en recordarte que tras estos movimientos "espontáneos", estas revoluciones de colores, últimamente siempre ha habido manos muy poderosas. Manos que sólo quieren demostrar la famosa máxima: "Que todo cambie para que todo siga igual". Algo que Webster Tarpley explica magistralmente en su libro.

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