Palabra de artivista

Sin disidencia no hay democracia

En estos tiempos en que Podemos ha puesto de moda esa estupidez de que en política sólo se está para ganar (o sea: asimilarse para ser aceptado por el sistema), sería importante recordar a esos partidos "nuevos" que sin disidencia no hay democracia.

Me explico, el cimiento de la verdadera democracia es la pluralidad y esa sólo se garantiza con diversidad de pequeños partidos que no tengan "nada" que perder y por lo tanto no sean susceptibles de ser "comprados" por los grandes del bipartidismo. Sólo esa independencia disputa al pensamiento único, el monopolio y esa peligrosa unanimidad que acaba en dictadura. Y en el momento que un partido se ve creciendo y posible gobernante, diseña ---más bien bisela--- su programa y objetivos para adaptarse a la mayoría, al mayor sector posible. Y eso sólo se hace evitando todo lo que sea polémico, verdaderamente transgresor, alternativa real... en suma: pensando fuera del sistema.

Por supuesto, el precio de esa disidencia ---porque eso es proponer fuera de lo hegemónico, lo asimilado, lo asumido, lo popular--- es estar en la minoría, esa monumentalmente trascendental minoría que garantiza la verdadera democracia y no la dictadura de la masa. O sea: ser oposición. Pero parece que nadie quiere ser oposición, mucho menos disidencia. El bipartidismo, en el que han entrado de pleno tanto Podemos como Cs, ha instaurado la noción de que lo único que existe es la alternancia y que, para poder optar a tu turno en esa alternancia, por supuesto hay que ser unos buenos chicos durante el mandato del oponente; no pasarse demasiado no vaya a ser que desbaratemos el juguete de gobernar para cuando nos llegue el turno. Es como lo que títeres como Pablo Iglesias, Bescansa, Monedero y demás burgueses made in academia han aprendido en esos patéticos "debates" televisivos. Hay que someterse, aceptar las reglas y jamás destruir al programa o contar una verdad demasiado perturbadora que impida que exista esa élite televisiva para el próximo programa.

En el corazoneo lo vi demasiadas veces. Nadie cuenta la verdad completamente porque eso acabaría con el lento desglose de medias verdades o supuestos escándalos que garantizan la permanencia en pantalla y vivir de ese juego de las mentiras vendidas como verdades. Nadie va a decir que Pantoja es bollera o Rocío Jurado o esa o ese otro, porque eso destruiría el ecosistema de ponzoñas que da de comer a todos y todas.

Las insinuaciones, los "supuestamente", las pistas, mantienen a ese público ignorante, vacuo y domesticado, pegado a la pantalla a la espera de una revelación que nunca llega.

En política es igual: todos anuncian una revolución, un cambio, una hecatombe que jamás llega porque, ¿entonces de qué vivirían? El vértigo es demasiado a dinamitar realmente el sistema. Nadie quiere rechazar su momento de gloria, su foco, su momento de brillar. Demasiadas veces hemos visto a esos supuestos revolucionarios (un saludo Pablo Iglesias, un par de besos J.C. Monedero) que respetan escaletas, intermedios, turnos (sospechosamente inclinados hacia fascistas como Marhuenda) y rutinas televisivas que enseñana a ser domesticado, a "respetar" (obedecer) al sistema si se quiere tener voz.

Nadie quiere ser el partido fuera del sistema (el colmo llegó con la burguesa denuncia de Podemos de que la izquierda siempre ha sido perdedora, invisibilizando los brutales mecanismos del sistema para mantenerla bloqueada, llegando hasta el extremo de la Operación Gladio). Pero lo cierto es que sin esos pequeños partidos, sin esos "perdedores", sin esos "esclavos del 5%" (hay que ser sinvergüenza, Podemos), sin esos maquis contemporáneos, la democracia no existiría. Sin el PCE, sin los comunistas que lucharon a pesar de sólo recibir desprecio y derrotas, no habría alternativa que probar (por muy desnuda de esencia que estuviese). Sin pequeños partidos no habría programas innovadores que copiar (tuneandolos para la gran masa). Sí IU no hubiese estado dando la matraca con el matrimonio gay y la despatologización trans 10 años antes que nadie (testimonio personal, estuve viendo las pancartas del IU en los primeros Orgullos Gays años y años mientras los mayoritarios estaban muy ocupados "gobernando para la mayoría"), ninguno de esos domesticados, limados y adaptados a la mayoría partidos habría jamás secuestrado el trabajo de años de décadas de activismo y reivindicaciones plasmadas en partidos como IU.

Ya hemos visto en qué termina esa dinámica capitalista que partidos emergentes como Podemos ha aplicado con asquerosa prepotencia: yo sé venderme al sistema y por eso voy a ganar, repetían con orgullo. Han acabado hundidos en lo mismo que criticaban y siendo una bisagra, muletilla y siervo del bipartidismo. Al final han garantizado ese bipartidismo y sistema que decían venir a "asaltar". Pero lo grave es que en el camino han destruido cualquier disidencia que garantice un mínimo de democracia. La dinámica ha sido muy simple: cualquiera que sobreviva fuera de mi ecosistema de disidencia controlada es una amenaza. Con esa diversidad el neoliberalismo tiene mucho más difícil garantizar el decretazo sin crítica, el pensamiento único, el sistema dictatorial disfrazado de democracia.

"Imperativo legal", lo llamó Pablo Iglesias para justificar su sometimiento y refuerzo del sistema. Pero cada vez se echa más de menos a partidos poco razonables, irracionales, sin sentido común, sin esa peligrosa aura de triunfo, que nadie sabe por qué siguen dando caña ahí si no consiguen ser mayoritarios. Esos partidos sin esperanzas que son pura disidencia y que muchas décadas más tarde serán los que hayan sentado las bases de lo que los mayoritarios usan para parecer evolucionados.

Y ni hablemos de hacer una revolución real que derroque este sistema moribundo. La calle parece muerta y las cárceles llenas. Pero la rabia sigue creciendo, si esos proyectos de disidencia programada no la estuviesen parasitando, quizá ya habríamos explotado y cambiado algo.

Esperemos que la Unidad Popular vaya en esa dirección. En las municipales fueron la única esperanza de la disidencia. Pero tampoco lo veo tan claro.

Maquis, comunistas, anarquistas, mariconas rabiosas, bolleras insumisas, republicanos obcecados, ese es el grupo de "perdedores" que necesitamos con urgencia.

Un saludo de esperanza para Red Roja, Alternativa Republicana, el Partido Comunista de los Pueblos de España, Izquierda Castellana, el Partido Feminista, los sindicatos minoritarios y no vendidos... pequeños núcleos de disidencia que mantienen la democracia en estado comatoso pero viva.

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