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Querencia por la ordinariez

Empieza a convertirse en marca de la casa esta tendencia a la ordinariez que manifiestan algunos dirigentes del PP. Primero fue el dedazo del añorado líder en la universidad de Oviedo, después la comparación de los andaluces con gallinas en boca de la presidenta de Madrid, y ayer se sumó Rita Barberá con una muestra de mala educación difícilmente justificable.

A la cumbre hispano-africana de mandatarias no está invitado Francisco Camps porque su capacidad de cambiar de chaqueta no ha logrado aún travestirlo en mujer. Convertir en agravio su exclusión de un acto al que están convocadas las mujeres que desempeñan cargos institucionales relevantes en la Comunidad Valenciana son ganas de victimizar a Camps, quizás para conseguir que la compasión reponga el respeto hacia un personaje que continúa sin explicar su papel en la trama de corrupción política más importante detectada en la última década.

La salida de tono de Barberá se produjo ante las mujeres más importantes de más de 49 países africanos (53 ministras, una jefa de Estado y una vicepresidenta); ante la reina, varias ministras y una vicepresidenta de España; ante la jefa de Estado de Finlandia y la vicesecretaria general de Naciones Unidas. Frente a ese auditorio, ávido de propuestas para mejorar la vida de las mujeres (y en consecuencia, de sus sociedades), la alcaldesa de Valencia optó por llorar la ausencia de un hombre.

Las mujeres que votan al PP valorarán si esa es la política de igualdad que reclaman a su partido. El resto de ciudadanos ya tienen otro episodio de política basura para sumar al descrédito general que sufren los representantes públicos.

Afortunadamente, el encuentro de Valencia cristalizará en mejoras palpables para miles de mujeres. Y en África, Barberá no se llevará un solo titular.

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