Lloviendo piedras

José Manuel y Manuela: rellenando el cambio

Toda campaña electoral es una disputa entre actores por apropiarse de los símbolos y mensajes que las mayorías sociales identifican con sus anhelos de proyectos futuros.

Es indudable que esta campaña la palabra en disputa ha sido cambio. Una ola en favor de un cambio de época, de paradigma, que se inició el 15M de 2011 con un grito que no fue sordo, que tuvo un contenido claro y contundente; señalaba a los responsables de la crisis, rompía la individualidad del sufrimiento de quien la padecía a la que nos querían condenar, y abría un campo de discusión pública que ponía en conversación a las mayorías sociales con una elite política y económica que llevaba demasiado tiempo sin escuchar ni mirar a quien sustentaban sus resultados electorales, y les entregaba su fuerza de trabajo como base para la riqueza que se repartieron entre unos pocos.

En ese diálogo se ha querido ocultar el contenido social y económico, las demandas de transformación profunda del modelo económico y político que se hace imprescindible para que ese cambio sea real. Se ha querido hablar sólo de cambio de caras y procedimientos, pero la gente ha ido más allá.

Algunos han afrontado la campaña con brocha gorda y desde las nubes, con consignas vacías lanzadas desde estructuras caducas. Conviene no dejarse enredar en las consignas y promesas de quienes no pueden mirar a los ojos a la gente expulsada de sus viviendas, ni a los miles de personas en paro, porque son cómplices del modelo económico y político que nos ha traído hasta aquí; esta era la raíz del grito popular del no nos representan y la motivación que ha llevado a miles de personas en Madrid a dar un paso al frente y ser protagonistas de la política que viene, construyendo mucho mas que slogan, consenso y proyectos colectivos que garanticen un futuro digno a las mayorías.

Conviene no olvidar este contenido, conviene no olvidar que lo que la gente pedía en las calles no eran caras nuevas o una elite de dirigentes más jóvenes, nacida después del 78, que diría quien no ha entendido lo que significa la crisis generacional, porque hay que insistir en que superar la crisis generacional significa construir un modelo de país que no se base en la confrontación entregeneraciones, ni política, ni social, ni económica.

Cuando el PSOE llego al poder en el 82 inició un proceso de transformación innegable de este país, pero no es en aquel partido en el que hunden sus raíces el PSOE de hoy, aquella ola de ilusión y cambio se fue disolviendo a medida que las garras del poder económico secuestraban a los líderes políticos de aquella transición, a medida que el modelo económico español se entregaba a la cultura del pelotazo y el mantenimiento de las condiciones de vida de los más mayores se sustentaba sobre la precarización de las condiciones de vida de los más jóvenes. Y ese cambio, que fue tranquilo, que nos llevo de una sociedad justa a una profundamente desigual, lo gestó el PSOE, aunque lo rematara el PP. Quienes esperaban más de aquel proyecto de democratización política y social de España, tienen el domingo la oportunidad de volver a encontrase con una ola de ilusión y cambio semejante a la de entonces, no serán los que permitieron la entrega de nuestra soberanía a poderes económicos quien lo representen esta vez.

Cuando vi en las Vistillas, en un mismo acto de campaña a Pablo Iglesias, José Manuel López y Manuela Carmena juntos, supe que las candidaturas de unidad popular y Podemos, están diseñando un futuro para Madrid que abandona el regate corto, que mira al futuro desde las raíces de nuestro pasado con la firme voluntad de cerrar tres brechas que explican las crisis que vivimos.

Es la imagen de tres generaciones cerrando la brecha entre ellas y trabajando juntas para recuperar el pacto social que acabe con la desigualdad, y lo hacemos, dando el protagonismo a la gente común, para acabar con el abismo que separa hoy representantes de representados. Así se aborda la crisis social, la económica, y la política, desde un pacto entre generaciones en la que los jóvenes de hoy, defienden las conquistas de nuestros mayores.

No es tiempo de cambios estético, sin profundidad, es tiempo de garantizar que abrimos un nuevo proyecto de futuro colectivo, sabiendo, como yo lo he aprendido en mi municipio, Rivas, que la voluntad política colectiva mueve montañas.

Manuela, con sus 70 años se ha convertido en el símbolo de la alegría y la ilusión de una sociedad por iniciar un tiempo nuevo; en mi municipio, Rivas, un tiempo nuevo es la apuesta de quienes han sido garantes de una ciudad modelo de una política diferente al servicio de las mayorías que ha resistido cercada por la derecha veinte años, por situarse a la altura del tiempo histórico abriéndose al cambio, asumiendo métodos que para nosotros no son nuevos, más democracia más participación, y un reparto equitativo de la riqueza. Porque soy de Rivas, votare Somos Rivas, si fuera de Madrid votaría a Manuela.

Siempre he creído que la transformación empieza en la vida cotidiana, y será desde las ciudades desde donde conquistaremos un futuro mejor, pero hoy, más que nunca, necesitamos gobiernos regionales que acompañen, que impulsen, que coordinen un proyecto conjunto de los municipios, una región en la que el poder local vuelva a cooperar por un proyecto compartido, por eso, no basta con Manuela, necesitamos a José Manuel al frente del gobierno regional en Madrid. Un hombre que encabeza un proyecto a diez años que va a devolver Madrid a sus habitantes, un proyecto que asume la urgencia del cambio de modelo productivo desde la cooperación de todas las instituciones del territorio y desde la convicción de que un mejor reparto de la riqueza, y una política que tenga en cuenta la sostenibilidad ecológica son la única vía para que salgamos juntas de esta crisis.

Tengo dos votos para este domingo, el regional es para José Manuel, el local es para Pedro, si tuviera un tercero, sería para Manuela.

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