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Críticos, gaznápiros y chumineros

Detrás de cada crítico de oficio se esconde un moralista, alguien que se siente en posesión de una verdad absoluta que utiliza como un canon personal para juzgar las obras ajenas. No se lo crean del todo, lo escribe un crítico y su frase es casi un paradigma de esa actitud que en el fondo  también critica. ¿Y a mi que me importa?,dirá, sin que le falte razón, el lector que haya llegado hasta aquí ¿A mi que coño me importan los resabios y distingos morales de los críticos al hablar de su  parasitaria y superflua profesión?. El lector suele juzgar a los críticos en función de si concuerdan con sus propias opiniones: un buen crítico es el que defiende las mismas películas, las mismas obras de arte, o los mismos libros que nos gustan a nosotros, en cuanto se aparta un ápice de nuestras fundadas opiniones la suya deja de importarnos, es más, nos molesta como una pequeña traición a nuestra confianza.

Comparto estas reflexiones con los lectores de esta columna, casi siempre quinta columna en la guerra de la TDT en la que los mismos perros con distintos collares y muchas veces financiados por los mismos bancos y los mismos partidos se enfrentan en una guerra fría que, en ocasiones, se calienta para dar cierta imagen de pluralidad. La misión del crítico  (todos los críticos, incluso los de televisión, llevamos un misionero dentro) es la de seleccionar algunas piezas de la morralla que nos sirven en la parrilla y desechar otras, aunque en muchas ocasiones nos dejemos llevar por nuestro costado moralista y opinemos sobre como se podrían hacer las cosas mejor. En la crítica de televisión la tentación es casi irresistible, y como ya sabemos, la mejor forma de evitar una tentación es caer en ella. Hace una semana proponía la idoneidad de un trasvase de contertulios de los programas de debate político a los platós de Sálvame y espacios similares. Ver a Marhuenda bailando el "chuminero" con Lydia Lozano era una pesadilla grotesca pero en el fondo apetecible. Uno escribe  este tipo de cosas para entretenerse y entretener al personal lector y casi nunca piensa que sus elucubraciones lleguen a influir sobre los brillantes cerebros que controlan los contenidos televisivos. A los controladores les pasa lo mismo con los críticos, si elogian sus productos les adoran y sacan sus frases laudatorias en los anuncios de sus series: "Imprescindible obra de arte", "la mejor serie española de todos los tiempos", "Una producción ambiciosa e impecable" Todas estas sandeces y alguna más se han visto amplificadas por las pantallas con el nombre y los apellidos del autor del comentario al pie, lo que a veces más que un honor puede ser un riesgo. Recuerdo una escena de la película Caro diario de Nani Moretti, en la que el director y protagonista se le aparece en sueños a un crítico cinematográfico para leerle su crónica sobre Henry, retrato de un asesino, film de extrema y explícita violencia al que el crítico ha ensalzado hasta el paroxismo como obra de arte imprescindible y trascendental que dirían mis colegas.

Aunque mi nombre no aparezca antes de los títulos de crédito de una serie, puedo decir que al menos una de mis sugerencias, la de Marhuenda bailando el "chuminero" ha sido adoptada por el programa de Tele 5 Abre los ojos y mira. No, Marhuenda aparecerá probablemente  en algún debate "serio" pero por el momento no es probable que baile, el que puede que lo haga es Alfonso Merlos, nuevo copresentador del programa, discípulo del anterior, columnista de La Razón, implacable fustigador de la izquierda y de sus abundantes pecados, y turiferario del gobierno del PP, todo un "marhuenda". Cuidado con Merlos que es tan susceptible como deslenguado y que acaba de presentar una denuncia contra un sindicalista que le llamó delincuente después de que Alfonso Merlos hubiera llamado delincuentes a los sindicalistas en general y a los sindicatos mayoritarios en particular durante un programa de la 13, canal episcopal cuyos opinadores reparten hostias a mansalva a los que no son de su parroquia. Un consuelo: Merlos hará menos daño entrevistando a Sonia Monroy y contando lo mucho que ha sufrido Rosa Benito, que interrupiendo a Revilla, el fenómeno cántabro, al que en Tele 5 le pusieron una pizarra escolar, que se caía con un suspiro y una tiza blanca que se negaba a marcar. No llamaré delincuente a Merlos, le llamaré gaznápiro, término que se aplica a menudo como insulto ( este no es el caso) con el significado de persona torpe y simple, entre los sinónimos palurdo, zoquete, imbécil, bobo...

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