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El medio, el mensaje y el fotomontaje

No era nieve, era caspa lo que caía en Nochebuena sobre casi todos los canales de la TDT, caspa familiar, tradicional, habitual. En los prolegómenos de tan señalada cita, el telediario de TVE dedicaba a la familia real un reportaje laudatorio, una loa injustificada e injustificable al último año de la monarquía, y el annus horribilis se transformaba, por arte de birlibirloque, en año triunfal a despecho de la realidad y para estupefacción de los espectadores que aún conservaran un atisbo de sentido crítico y un mínimo de memoria. Un resumen del que se habían esfumado Urdangarin y la infanta, las proezas cinegéticas, las prótesis, la princesa Corinna , las protestas y todos los abucheos menos uno, un brevísimo toque de realismo, un abucheo en sordina entre las fanfarrias y los ditirambos. En un mano a mano equilibrado, Juan Carlos I y Felipe el Venidero se repartían las intervenciones, con apariciones puntuales de Leticia ( al diccionario del Word y a mí aún nos cuesta digerir la zeta de Letizia ) y un breve cameo de la reina Sofía. Una mano piadosa, ha ido borrando caras y cuerpos de la foto oficial de la Real Familia como en los mejores tiempos de Stalin, en los que resultaba una ardua tarea porque aún no se había inventado el photo shop. Si me permiten la elucubración (en caso contrario no lean las siguientes líneas) creo que de estas tareas se ocupa la Reina Sofía, lo deduje cuando hace unos años pude ver un fotomontaje de su cosecha en el que no borraba sino que añadía y colocaba a su alrededor en un sofá al resto de la familia en una composición fantasmagórica y algo burda. Un niño de siete años podría hacerlo mejor pero afortunadamente los niños de siete años tienen mejores cosas en las que ocuparse. Un país que vale la pena vivir era el lema de este reportaje más virtual que real, todo un ejemplo de manipulación, un álbum familiar con algunas fotos arrancadas.

Luego  vendría el mensaje de Su ortopédica Majestad, mensaje algo ortopédico también, aunque su redactor o redactores habían hilvanado las costuras con esmero para que no se notaran los agujeros, no hubo nuevas referencias a esa justicia que es igual para todos, pero no para todos por igual, ni a la corrupción, ni al descrédito de las instituciones, comenzando por la que el representa, hubo una brumosa referencia a Cataluña y muchas condolencias para desempleados, desahuciados, emigrantes y otras gentes de mal vivir y un llamamiento a los políticos, a los intelectuales y a los empresarios para que con sus mejores esfuerzos contribuyan al bla, bla, bla del progreso solidario, la paz y la concordia. Lo que no se es a que vinieron las felicitaciones, que siempre se agradecen aunque no haya nada de lo que tengamos que felicitarnos ni  tengamos felicitar a nadie. Mensaje obvio y prescindible de postal navideña que se ahorraron lo espectadores de las televisiones autonómicas de Cataluña y Euzkadi. El Palacio de la Zarzuela, inmarcesible marco de la alocución real, más que palacio parecía un albergue de cazadores regios, privilegiado coto de una estirpe de depredadores coronados o con gorro cuartelero.

Pero la Nochebuena iría a peor en los programas especiales dedicados a tal solemnidad. Especialísimo el enésimo show del pequeño tamborilero por el que no pasan los años sino los siglos. Raphael o su clon, su replicante, o su momia, remedó sus inevitables éxitos, pero tengo que confesar que quité el volumen del receptor y pude gozar, en silencio y sin interferencias, de su aparatosa gestualidad, como mimo no hubiera tenido rival el niño momificado de Linares. Montserrat Caballé, compañera de reparto del divo en el tétrico anuncio de La Lotería, al menos ha tenido la decencia de comparecer públicamente para reírse de su terrorífica aparición en el engendro como bruja de Blancanieves o vendedora de la ONCE. El la,la,la la,la, la, la, la la del incorrupto niño de Linares se merece la intervención del  "calvo de la lotería" que siempre tuvo pinta de asesino en serie.

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