Mi televisión y otros animales

Tu cara me suena

Ser famoso es una mierda. Si es que se puede decir esa palabra en este blog (obviamente, me refiero a "famoso"). Todos tranquilos que no voy a hablar de Cachuli, toda vez ha quedado demostrado que no le interesa a nadie.

Mi amigo Danisan, tan adicto a las series como a los caramelos de Pez, me comentaba que le fastidia ver a un actor conocido en una serie cuando éste no forma parte del reparto habitual, porque es como si le desvelaran que ese personaje está cantado que va a ser el asesino. Aunque no haya muertos.

Yo asentía mientras murmuraba un sutil "listillo de los coj..." que interrumpió una tos, como podéis comprobar. Algo de razón lleva, porque los productores no se van a dejar los cuartos en un señor que cobra un montón para luego no exprimirle. Salvo la fugaz aparición de Bill Murray en Superagente 86, ante la cual me quito el cráneo.

Está en las manos de los guionistas y los productores, no obstante, jugar con el espectador para que esas intervenciones no sean tan evidentes. Lo malo es que los espectadores nos hemos vuelto tan insoportables que ya nos las sabemos todas: "ajam. Vale, este tío es famoso, así que seguro que es el asesino. Pero ¡un momento! Seguro que sabían que yo iba a pensar eso, así que le han sacado con ese cuchillo ensangrentado para que yo creyese que es el malo, cuando en realidad es el bueno. Pero ¡un momento! Seguro que sabían que yo iba a llegar a esa conclusión, así que habrá un giro al final y será realmente el malo. Pero ¡un momento! Seguro que...". Y así hasta que se resuelva la serie y podamos decir un triunfal: "¿ves? Ya lo sabía yo".

Colombo

 

Todos somos Colombo

El problema es que los espectadores hemos perdido la inocencia, como Rory en Las chicas Gilmore. Y queremos más, como Rory en... Nunca he visto la serie, así que estas son afirmaciones tan malvadas como gratuitas. Lo que sí es cierto es que ya no nos vale lo simple. Necesitamos más sofisticación, que nos den más caña (y les recuerdo que ya he dejado el paralelismo con Las chicas Gilmore).

Traído por los pelos es el caso de 30 Rock (Rockefeller Plaza), que nos está dando una lección de cómo colar estrellas invitadas esta temporada. Para empezar, los guiones no se ponen a su servicio, sino que se integran en las historias para que la serie pueda crecer en algo más que audiencias. Y para seguir, esos personajes son capaces de reírse de sí mismos, algo que me gustaría ver en España. Sé que soy reiterativo en esta cuestión, pero estarán conmigo si ven la aparición de Oprah Winfrey en la serie y cómo se resuelve el capítulo. Antologico, oiga.

Ontológico, incluso.

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