Mi televisión y otros animales

En busca del tiempo perdido

¡El mío! Que este martes Televisión Española me robó unas cuantas horas que me pasé viendo el estreno de Los mejores años de nuestra vida. ¿De la vida de quién?

Coincido con Ruth en que es puro bitching tv a la medida de la corporación pública (el programa iba a ser para Telecinco, pero sospecho que no le salía a cuenta pagar todo el material de archivo). Sólo el morbo de ver a los viejunos pululando por los escenarios, pendientes de que no se les caiga la peluca o alguna parte del cuerpo más o menos original hace que el programa tenga un poquito más de interés que darse un atracón de YouTube. Porque la música está tan bien grabada en Internet como en el programa y puedes incluso ver canciones sin sufrir las versiones de una troupe sobredimensionada de triunfitos. ¿Alguien sabe para qué hacen falta no menos de diez cachorros de Gestmusic para lo que hacían cuatro gatos en La década prodigiosa?

La mecánica del programa es absurda. Consiste en un montón de adolescentes que van votando qué década es la mejor. Eligen unas doce docenas de veces, pero da igual, porque lo que vale es la votación final (que por otra parte, también da igual). Supongo que por afinidad y por lo pesada que es la nostalgia de mi generación, se pasaron toda la noche ganando los 80. ¡Hasta que apareció Ramoncín! En cualquier caso, las continuas referencias al pasado recibían la mirada de unos chavales que parecían pensar todo el rato: "¿lo qué? ¿De qué están hablando?". O, por ser más realistas: "lo q?d q stn ablnd?".

El mejor, Raphael, sin duda cabe. A la pregunta de Sobera de qué década es la mejor para él, responde el gurú: "la que va desde el diez hasta el 19". En toda la boca.

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