Mi televisión y otros animales

Como niños

Personajes cuyo origen es totalmente desconocido y que, en general, distan de parecer un ser humano. Un montón de obviedades para cualquier adulto con un mínimo de coeficiente intelectual. Y mucha, mucha imaginación. Si ha pensado usted en DEC, ¡enhorabuena!, tiene usted un criterio televisivo tan dudoso como el de cualquier crítico. Pero yo estaba hablando de Barrio Sésamo.

La corporación pública nos ha devuelto este clásico de la programación infantil, de cuando los niños no se educaban con personajes basados en Aramis Fuster (¿¡!?) ni aspiraban a hacerse con siete bolas chinas con las que satisfacer sus deseos.

Inciso: si los Lunnis están inspirados en Aramis Fuster, no quiero ni pensar de dónde sale la Bruja Avería.

En serio, no lo quiero ni pensar.

Tras una breve escapada por Antena 3 hace unos años, el programa más exitoso de la televisión pública americana (PBS), vuelve a La 2 en su última encarnación, Juega conmigo, Sésamo. Un título digno de La Cubana, por otra parte.

Como soy un profesional y todavía me estoy recuperando de la boda de este fin de semana (felicidades otra vez, hermosos), me he visto el programa. Tengo que decir que la explicación de lo que es arriba y abajo tiene sus matices en días de resaca, amigo Epi. Pero la daremos por buena en condiciones generales.

Me gustaría traerles un gran hallazgo con este comentario, pero toda vez que mis abogados me han recomendado no hacer chistes sobre la canción de Epi en la bañera, me quedo sin argumentos. Es lo de siempre: aprender a contar, consejos de higiene (corporal y mental), educación... Me parece que lo ponen antes de las ocho de la mañana para que los programadores todavía no hayan recibido los datos de audiencia del día anterior y puedan así dedicarle atención previa. Sería bello, ¿verdad?

A muchos les alegrará comprobar que no nos ha llegado la versión vegetariana de Triki, sino la que aún no ha logrado desintoxicarse. Por otra parte, la producción es íntegramente norteamericana, así que encontramos a seres tan queridos como Gustavo, Koko, Elmo, Óscar, Epi, Blas, Triki o el Conde Drácula. Sin embargo, olvídense de toparse con Don Pimpón (del que hoy, documentándome para el post, me he enterado que era un hurón) o con el sionista de Espinete. Luego dirán que los gobiernos socialistas son pro palestinos, pero en 1980 nos enchufaron al símbolo israelita como ídolo de toda una generación.

Este efecto colateral de la globalización es una pena. Supongo que la función de la parte española de la coproducción es el papel que juegan hoy los Lunnis y que una plaza en la que jueguen los niños como la de la versión ochentera es actualmente ciencia ficción. Sin embargo, y tal vez por el valor educativo que se le supone a alguien que vive en el Barrio Sésamo, preferiría que enseñaran a los niños a jugar en la calle y ensuciarse, a beber horchata y no kalimotxo. Porque me temo que dibujar una galleta con un ordenador ya lo saben hacer de sobra.

Y no me hagan chistes sobre Chema, que al pobrecillo sólo podemos echarle de menos. Les tengo más calaos...

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