Mi televisión y otros animales

Sácame la lengua, nena

De vez en cuando le pido a alguien que abandone su cinismo y que vea televisión. Ya no lo hago, porque me he enterado de que ser cínico no es estar enfermo de cine iraní. Resulta, además, que cine iraní tampoco es una enfermedad, aunque visto lo visto, es posible que cause más bajas que la gripe A.

Es difícil convencer a la gente de que la tele no es tan mala como la pintamos a veces. El talento del pintor también influye, ¿saben? Pero déjense ustedes caer por una librería cualquiera y empiecen a abrir libros al azar, a ver si no es para decir que la literatura es una mierda. Con todo el respeto para César Vidal, que, en virtud de la probabilidad, sería el autor del que más volúmenes cogeríamos aleatoriamente.

Sin embargo, entre la caca (ver el ejemplo de la propia RAE), pueden aparecer pequeñas joyas que nos hacen reconciliarnos con la lectura y, quizá, con una novia a la que tenemos que regalarle un libro por un quítame allá esas pajas. Expresión, por cierto, muy mal traída en este caso.

Me he puesto tan metafórico después de descubrir una de esas maravillas que también nos pueden recuperar para la televisión generalista: Sacalalengua. No tengo palabras.Un programa de servicio público sobre el lenguaje que no me aburrió. ¿No les basta eso? Aprender, entretenerse y mantener la cohesión del Estado. ¡Maldito sea si este no es el paradigma de la televisión pública! ¡Ah, rtve, ahora sí te perdono ¡Mira quién baila!! Creo.

 Sacalalengua

 De las chicas, se ve quién usa Mikolor y quién no (Foto: rtve.es)

La estructura es muy básica: una recopilación de reportajes más o menos relacionados con un mismo tema e introducidos por una presentadora en un plató central, que no podía ser más sencillo que una calle de Madrid. Menos mal, porque la alternativa hubiera sido un Nosolomúsica de esos de zoom parriba, zoom pabajo. O, no me atrevo ni a pensarlo, ¡un decorado virtual!

Además, tengo especial debilidad por la maestra de ceremonias y desde aquí te digo, Ana Solanes, que queremos de vuelta El ombligo de la luna a RNE. Un programa capaz de aunar a Paco Clavel con Berto Romero, entre otros, en la madrugada radiofónica es digno de ser revisitado.

Volviendo a la tele y al presente, me gustaron los reportajes. Fueron dinámicos, con buen tempo y, sobre todo, sencillos y sin pretensiones. En plan: "mira, hay un pueblo en Sevilla con una estatua de un samurai. Y te explico por qué" (creo que esto fue una forma subliminal de darle credibilidad a Águila Roja). Un gusto ver a gente normal de la calle contando cosas normales. ¡Hay vida más allá de los freaks de Callejeros! Se confirma así que es posible la vida inteligente en nuestro país.

En el apartado negativo situamos la entrevista a Juan Pedro Valentín y Juan Ramón Lucas, porque no tenía sentido más allá de la broma de "dos hombres, seis nombres". La salvó Juan Pedro con una anécdota que, de simple, provocaba la risa.

Por cierto, como sé que me lo va a decir alguien en los comentarios, el formato está basado en el Caçadors de paraules de TV3. No sé si las comparaciones serán odiosas o no, pero al menos por una vez entendemos que no se haya trasplantado el formato original tal cual. No como pasó con Fichados. Ejem.

Y esto es lo que hay, señores. Sacalalengua comparte horario de emisión con otros programas como El juego de tu vida. Podemos elegir lo que queramos, pero luego no vale quejarse. Ni chivarse a Risto.

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