Mi televisión y otros animales

Del tema de Karmele

No quería, pero las circunstancias me obligan a hablar un año más de Eurovisión y el frikismo, valga la redundancia. Y cuando digo las circunstancias quiero decir que no me ha dado tiempo a ver nada que merezca la pena reseñar y tengo el reader petado de posts sobre el tema. O Karmele o Jay Leno. ¿Dónde hemos llegado, eh, Jay?

Pueden ustedes sustituir Karmele por El pezón rojo (candidato de Anda ya) o por cualquier otro que nos hayan colado graciosetes de la radio o la tele. Chimo Bayo no, que lo suyo es una candidatura seria. ¿Saben ustedes el típico cuñado -aunque no sea pareja de su hermano o hermana ni viceversa- que cuando acabas de contar un chiste, repite la gracia una y otra vez hasta que se te quitan las ganas de explicarlo nunca más? El conocido como efecto Mistetas. Pues lo mismo.

Rodolfo Chikilicuatre tuvo gracia porque fue original. Aún lo de Soraya tuvo un pase, pero nuevos intentos de caricaturizar el festival saben a regüeldo morcillero. Hace dos años una gente que tuvo una idea original y una suerte que todavía no deben creerse pudo señalar al festival al grito de "ja-ja" y hacer que todos nos riéramos con un festival que en el fondo ya más penica que la perilla teñida de Uribarri.

Pasada la broma, el resto es ensañamiento, y eso está feo. Ni el cantante que enviamos a luchar contra los elementos cual Gran Armada representa a España ni los eurofans son tan pérfidos que merezcan no les dejemos en paz con sus cosas. ¿Nos gusta a nosotros cuando estamos haciendo el tradicional maratón de Star Wars que venga alguien y  nos pregunte que cuándo sale Spock? ¿Nos parece divertido a estas alturas eso de que "Superman lleva los calzoncillos por fuera" y "cómo no le distinguen de Clark Kent si es igual pero sin gafas"? ¿O que alguien señale que Matías Prats hace gracietas?

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Vale, a mí sí. Pero a base de repetirlo acaban siendo más cansinos que un temporal en los informativos.

Además, hay un riesgo inherente a seguir adelante con las gracietas. Y es que el sueño de Eurovisión crea monstruos:

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