Tiempo roto

Catalunya, ¿puntos de fuga o contraposición de estrategias?

Josep Maria Antentas
profesor de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)

1.La hipergestualidad y la tonalidad épica que ha caracterizado al proceso independentista, unido a la chocante lentitud en la materialización de acciones de concretas, ha dificultado habitualmente pulsar su situación real y descifrar el significado de cada coyuntura. Hipérboles eufóricas y depresiones agudas, de alternancia inversa entre sus partidarios y detractores, han poblado los análisis impresionistas sobre su estado. Pero, tras el recién 11 de setiembre en el que se ha comprobado tanto su enorme capacidad de movilización como el estancamiento de su amplísima base social, parece claro que el curso que ahora empieza debe precipitar algún tipo de desenlace que ponga fin, en un sentido u otro, a la fase abierta en 2012. Hacia donde y con que probabilidad de victoria son las cuestiones que permanecen abiertas. Gran parte del éxito de masas del independentismo se basó en que fue capaz de transmitir un horizonte concreto (la independencia) y la ilusión de un camino fácil hacia ello (un movimiento de masas a cámara lenta sostenido en el tiempo en combinación con una mayoría electoral). Algo, por cierto, que también vale para Podemos, que se propulsó hacia arriba tras las elecciones europeas vendiendo la perspectiva de una victoria rápida y fácil en las elecciones generales. Irradiar confianza y seguridad, y galvanizar así las ansias de cambio, es algo que todo movimiento político y social debe hacer. La clave es, sin embargo, sí una vez empiezan las primeras dificultades es capaz de afrontarlas complejizando su propuesta y esquema estratégico, sin que la ilusión inicial y el relato fundador se desmoronen. Es precisamente en la encrucijada en la que se engarzan la llegada de un momento de la verdad con la constatación de las dificultades de fondo, donde el pensamiento estratégico cobra todo su sentido, y cuando el impacto de aciertos y errores se multiplican.

2.La trayectoria del movimiento independentista ha estado marcada por el no-referéndum del 9N de 2014 y sus intermitentes vidas posteriores. Objetivo oficial del independentismo desde 2012, la consulta se evaporó ante la decisión del gobierno catalán de no intentar desobedecer la prohibición del Tribunal Constitucional, optando por una finta de última hora organizando un "proceso participativo", a modo de referéndum alternativo. En él participaron 2.305.290 millones de votos (de un censo aproximado de 6.200.000), de los cuales 1.861.753 votos fueron para el "sí-sí". La paradoja es que, siendo un éxito político y social incontestable, representó a la vez un serio error estratégico. Al no proyectar un mensaje político inapelable, el 9N fue paradójicamente a la vez la fórmula perfecta de hacer un referéndum sin hacerlo, y de no hacerlo haciéndolo. A partir de entonces el proceso independentista siguió una hoja de ruta que siempre reposaría sobre una contradicción interna: el mismo movimiento que ante la primera prohibición legal de una de sus iniciativas no se atrevió a desobedecerla y prefirió un dribbling, se fijaba una hoja de ruta aún mucho más ilegal y confrontativa que organizar un referéndum sin haber pasado la prueba del primer choque. La coartada para no intentar hacer una consulta de verdad desobedeciendo su suspensión fue orientarse hacia la conversión de las elecciones autonómicas del 27 de Setiembre de 2015 en plebiscitarias. Aceptadas por el conjunto de los partidos independentistas y por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), había tres grandes razones para rechazarlas: primero, incluían una maniobra evidente de Artur Mas para forzar una lista unitaria independentista con ERC, aliado y competidor a la vez, y así evitar medirse en solitario en las urnas ante la evidencia de que iba a obtener un muy mal resultado y ganarlas por la mínima; segundo, suponían subordinar toda la acción de gobierno (presupuestos, política económica...) a la hoja de ruta independentista y, con ello, tapar sus políticas económicas neoliberales y encadenar a toda la izquierda y centro-izquierda independentista a su gestión; tercero, la conversión unilateral en un plebiscito de unas elecciones ordinarias conllevaba forzosamente un resultado distorsionado del mismo, por la mera existencia de un bloque favorable al derecho a decidir (encarnado por Catalunya Sí que es Pot-CSQP) que no quiso ubicarse ni en el bloque del "No" ni en el del "Sí".

3.Desaparecido del panorama, el referéndum volvió a entrar en escena con la campaña de las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, cuando En Comú Podem (ECP) colocó como uno de los ejes de su campaña el horizonte de un referéndum pactado mediante una nueva posible mayoría política en el conjunto del Estado entorno a Podemos. En Comú Podem acertó al situar la perspectiva del referéndum en el eje de su programa electoral ante el 20D y su secuela del 26J. Erró, sin embargo, en relegar a un plano inaudible su propuesta de abrir un proceso constituyente catalán propio, retroalimentado con la apertura de procesos constituyentes plurales en el conjunto del Estado, en un esquema de ruptura constituyente del Régimen de 1978 en el que centro y periferia se combinan dialecticamente. Haber conjugado ambos ejes, referéndum pactado y rupturas constituyentes, y no haberlo fiado todo al primero, habría evitado algunos momentos de zozobra y de impasse una vez pasadas las elecciones y desvanecida ya cualquier posibilidad a corto plazo de un referéndum acordado. A modo de contra-programación estratégica, una parte del independentismo que hasta la fecha había considerado la consulta como una página ya pasada, formuló la propuesta de celebración de un referéndum unilateral de independencia. Plantear la necesidad de ello suponía de facto enmendar desde su interior la propia hoja de ruta seguida por el independentismo, primero con la celebración de una consulta alternativa el 9N y segundo con la huida hacia delante de las plebiscitarias. Dicha impugnación, sin embargo, ha sido implícita y no explícita, impidiendo con ello una discusión estratégica real, más allá de una estéril contraposición entre referéndum unilateral vs referéndum pactado. La incapacidad de autoevaluación crítica del camino recorrido por parte del independentismo, por un lado, y las dificultades de En Comú Podem de reorientarse en clave de política catalana concreta una vez pasada la campaña de las elecciones generales y evaporadas las perspectivas de una mayoría política pro-referéndum, ha limitado el alcance del debate, que hoy toma forma más bien de una polémica política-electoral que una reflexión estratégica de fondo.

4.La oposición excluyente entre la vía unilateral, defendida por el independentismo, y la búsqueda de alianzas fraternales fuera de Catalunya, sostenida por En Comú Podem en las campañas del 20D y el 26J, es un callejón sin salida estratégico. Ambas son necesarias y complementarias. Encerrarse sólo en Catalunya y desentenderse de la crisis de Régimen, como si ésta no afectara al proceso independentista y no tuviera nada que ver con él, plantea un doble problema. Primero, obvia el hecho de que como más honda sea la crisis política española más fácil se podrá ejercer el derecho a decidir en Catalunya y que éste debe ponerse en relación dialéctica con las múltiples facetas de la crisis de régimen con tal de articularlas en apoyo recíproco. Segundo, alimenta el discurso de la unidad nacional catalana, dando interminables alas a la derecha catalana que así consigue que toda la política de las demás fuerzas independentistas gire entorno a ella. Además simplifica la propia concepción de la fraternidad como estrategia, pues ésta no sólo se reduce a articular una mayoría política de ámbito estatal que permita el ejercicio del derecho a decidir en Catalunya, sino también a recabar apoyos para la acción unilateral si no queda otra vía para actuar. Por el contrario, minusvalorar la unilateralidad supone supeditar la propia capacidad de acción en Catalunya en beneficio de un cambio de mayorías en el Estado que hoy aparece como una posibilidad abstracta pero no concreta y, por encima de todo, olvida que sin la acción unilateral sostenida del independentismo desde 2012 no habría ninguna fuerza estatal, como Unidos Podemos, que defendiera la celebración de un referéndum en Catalunya. Fraternidad y unilateralidad son dos piezas que, si se quiere, encajan sin problemas y sin muchas dificultades.

5.El punto de fuga estratégico a las dificultades actuales pasa por la conformación de un amplio bloque constituyente en Catalunya cuyo objetivo pactado sea la República Catalana y la apertura de un proceso constituyente, al final del cual se realice también un referéndum de independencia, en el que el bloque constituyente fundacional tendrá posiciones contrapuestas (dividiéndose entre independentistas y partidarios de una (con)federación). Posiciones que, sin embargo, no deberían ser un obstáculo para un acuerdo previo en favor de una República propia e iniciar juntos una dinámica constituyente cuyo final esté abierto. Reorientar la hoja de ruta independentista actual (tanto por parte de quienes participan en ella desde dentro, como quienes están fuera o con un pie en el interior y otro en el exterior) tiene un triple objetivo: primero, armar una amplia mayoría político-social y aislar a PP, C's y al aparato del PSC. Segundo, provocar una nueva correlación de fuerzas en la política catalana, desplazando a la antigua Convergencia del centro de gravedad entorno al cual gira toda la política de alianzas, por afirmación resignada (ERC) o crítica e inestable (CUP), o por negación (CSQP y ECP). Es decir, generar un nuevo escenario en el que los ex-Convergentes, en franco declive electoral, no sigan dirigiendo artificialmente Catalunya cabalgando sobre el proceso independentista. Tercero, sólo desplazando el eje del debate sobre la independencia hacia una convergencia real con una perspectiva constituyente que concentre las demandas y expectativas del 15M y su legado, los anhelos de "un país mejor" de buena parte de la base social del independentismo podrán hacerse parcialmente realidad. Sino, la paradoja del independentismo "puro y simple" es que, a pesar de encerrar una aspiración y un potencial de democracia y soberanía, encarna un proyecto que, en un escenario de crisis económica y ajuste neoliberal europeo, vacía la independencia de toda soberanía y democracia. ¿Independencia sin soberanía? ¿Movimiento democrático sin horizonte de democracia real? Sin embargo, dos errores estratégicos inversos desestabilizan la posibilidad de articular dicho bloque constituyente: por un lado, la divisoria que traza el independentismo entre "independentistas" y "unionistas", con el fin corto-placista de desintegrar el espacio favorable al derecho a decidir (mayoritariamente no pro-independencia pero no contrario a ella en muchos casos). Por el otro lado, la tentación que acecha a En Comú Podem de permanecer pasivo ante los dilemas del proceso independentista. Al contrario, apostar activamente por su reorientación constituyente es la mejor forma de hacer converger estrategias y esperanzas y aislar tanto a aquellos que no quieren que nada cambie como a los que quieren que todo mute para que siga igual.

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