Tiempo roto

Resurrecciones e imposturas de Pedro Sánchez

Josep Maria Antentas
profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)

1.Desorientada y sin proyecto, cortada de su base social tradicional y descolgada de la juventud, la socialdemocracia europea (en su fase) senil no tiene un plácido ocaso, sino una movida crisis llena de sobresaltos en la que los aparatos más identificados con las políticas de austeridad chocan con su propia militancia que protagoniza, aquí y allá, pequeñas-grandes rebeliones internas a modo de reacción ante la decadencia de sus partidos, pero que toman cristalizaciones políticas de naturaleza diversa. Corbyn, Hamon o la resurrección de Sánchez expresan, en contextos distintos, situaciones similares desde el punto de vista de las causas y la naturaleza de la crisis de sus partidos respectivos pero en cambio representan proyectos políticos muy dispares: un reformismo genuino y honesto en el caso de Corbyn, y una regeneración muy limitada en el caso de Hamon y, aún mucho más, en el de Sánchez.

2.Cabeza visible de una generación de dirigentes que ya nació vieja, con Susana Díaz ha sido derrotado el peor de los PSOEs posibles, un cierto PSOE muy poco acostumbrado a perder y que todavía no entendió el significado histórico del 15M. Un cierto PSOE arrollado por la historia y por la devastación creada por un modelo económico al que jaleó con entusiasmo y del que fue uno de sus garantes sistémicos. Con el fracaso de Díaz, noticia sin duda excelente, se escurre por el implacable desagüe del ridículo histórico uno de los personajes más siniestros, tan insignificante como simbólico, de la crisis del PSOE: Antonio Hernando. Hombre clave de Sánchez hasta el golpe interno del pasado octubre, en el último minuto lo traicionó, y se traicionó a sí mismo (en el improbable caso de que existiera algo en su interior digno de ser traicionado), para salvar su puesto y pasar a ser entonces un lamentable parlamentario-fantoche y la cara visible de la mayor chapuza parlamentaria de la historia de su partido, la investidura de Rajoy. La antoniohernandización de la socialdemocracia europea es doblemente causa y consecuencia de la crisis de ésta. Una corriente en decadencia produce personajes así y éstos a su vez no hacen sino ahondar la propia crisis de la que son fruto. Símbolo de la mediocridad y la traición, la antoniohernandización es una mera versión subsidiaria, para cuadros medios y dirigentes segundones, del proceso de felipegonzalización del PSOE y de la socialdemocracia europea, es decir, de su más completa imbricación con el poder económico-financiero global y su absoluta corrupción moral y espiritual.

3.Versión caricatural y de mercadotecnia de Corbyn, Sánchez es en el fondo un impostor que supo transformarse para no perecer. En su larga trayectoria política nunca abanderó ningún tipo de proyecto, ni siquiera tímidamente, desmarcado de la ortodoxia social-liberal. Pero para sobrevivir políticamente en su primera etapa de secretario general tuvo que negarse a cualquier lógica de "gran coalición" con el PP y comprendió que se jugaba su futuro en la disputa con Podemos por el liderazgo de la izquierda. Y tras su dimisión se vio obligado a enarbolar una retórica regeneradora, izquierdista y democrática para marcar las diferencias con Susana Díaz y darle un sentido político, y un relato coherente, a su intento de recuperar la secretaría general, encauzando así el malestar de las bases del partido hacia un proyecto de regeneración de una fuerza política cuya mediocridad aparatera avergonzaba a sus propios militantes. Pero una vez tomada la senda que escogió es prisionero de ella y de las esperanzas y expectativas que generó, lo que le convierte, a la vez, en una molesta pieza de desestabilización del esquema de gobernabilidad sistémica de la fase actual, que requiere un PSOE disciplinado y no aventurero, y en una amenaza para Podemos, que puede verse arrinconado por Sánchez si éste es capaz de combinar una imagen de solvencia y renovación, de síntesis entre lo mejor del PSOE de siempre y un cambio creíble a la Podemos pero sin las aventuras y riesgos que trae consigo Podemos para una parte del electorado. En cualquier caso, su victoria es un revés, real y simbólico, para el bloque mediático y financiero que el año pasado decretó su cese y que ahora tendrá el dilema de si hacerle de nuevo la vida imposible, empujándolo más hacia la podemización relativa de su discurso, o al contrario, intentar llegar a una entente con él a expensas de desactivar el efecto desestabilizador de su proyecto. La vida política está llena de paradojas y quienes orquestraron el volantazo contra Sánchez en nombre de la razón de Estado han propiciado un regreso del antiguo secretario general bajo una narrativa que, de momento, no es integrable en su esquema de gobernabilidad del Estado.

4. Sánchez vende el proyecto de un "nuevo PSOE" que es percibido entre su base militante como un intento de renovar el PSOE para que vuelva a ser lo que era en sus buenos tiempos. Hay algo de verdad en esto pues es evidente que la degeneración del partido llegó a cotas inusitadas. Pero en realidad un "nuevo PSOE" que realmente fuera capaz de sostener un proyecto opuesto a las políticas de austeridad y a la implosión real de los sistemas democráticos representativos bajo el yugo de la dictadura financiera, supondría un PSOE que dejara de ser el PSOE, es decir que cesara de ser un partido imbricado en las estructuras del Estado y del poder económico-financiero como ha sido desde la Transición. Un contrasentido en los términos. Algo imposible y totalmente alejado de las intenciones de Sánchez. Acabar con las políticas de austeridad requiere mucho más que lo que Sánchez y el "nuevo PSOE" pueden ofrecer, por muy positiva que sea su victoria ante Díaz. Ahí reside el telón de Aquiles de su propuesta y la principal baza que Podemos debería saber explotar.

5. Las ilusiones de un gobierno progresista entre PSOE y Unidos Podemos, con Sánchez a la cabeza, pueden ser reales en una parte importante de la sociedad y, ante la aparente imposibilidad que Unidos Podemos pueda formar gobierno en solitario o como fuerza muy hegemónica, la alianza con el PSOE puede convertirse en la única perspectiva concreta creíble para salir del impasse actual. Unidos Podemos, En Comú Podem y En Marea, tienen la compleja situación de ni  aparecer sectarios (como sin duda intentará hacerles parecer Sánchez), ni alimentar unas ilusiones de "cambio" que no se corresponden con la realidad de un eventual gobierno presidido por Sánchez. Ante un nuevo contendiente en la retórica del "cambio", Podemos y sus aliados cometerían un gran error si optaran por competir con Sánchez en el propio terreno de éste, difuminando las diferencias con él  y situándose acríticamente en un bloque liderado por el PSOE. Al revés, en esta etapa la (a menudo improvisada) política de golpes de efecto característica de Podemos, tanto de aquellos acertados como la actual moción de censura o aquellos chapuceros como la oferta de un gobierno de coalición en enero de 2016, va a requerir más que nunca dar paso a una política más sustantiva en la que las propuestas programáticas y la política extra-institucional van a ser decisivas. Es en el debate programático, en la concreción del "cambio", donde los límites de Sánchez pueden quedar más claros (o donde sus tensiones con el establishment aumenten si se ve forzado a mantener posiciones concretas radicales), y es en la capacidad para mostrar que hay vida más allá de las instituciones, donde el nuevo PSOE puede mostrar sus continuidades con el viejo.

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