Tiempo real

¡Espresso!… ¡Marchando!

Habéis pensado que la mejor máquina para leer es el libro? Se hojea fácilmente, sus márgenes aceptan notas y marcas de todo tipo, forma o color, la búsqueda de una determinada página va con la velocidad del ojo y la lectura es clemente con la vista (la luz reflejada es infinitamente más saludable que la de una pantalla). Pesa poco, huele bien, decora el ambiente, sus cubiertas son elegantes y su precio es ínfimo.
O sea: no os creáis todo lo que os cuentan. Ahora la moda es el e-book, el libro electrónico: que salvará el sector del libro, que salvará el libro mismo, que salvará la literatura... ¿Y la humanidad, por qué no? Lo que sí podría salvar todo lo anterior no es el libro electrónico, un ingenio torpe, antipático, con olor a plástico y aspecto vulgar, sino el "libro a pedido" (book on demand). No es una utopía sino una máquina. La primera en Europa ya está funcionando en una librería de Londres.

El cliente-lector entra en una librería y pide un libro, por ejemplo Últimas tardes con Teresa. El librero no lo tiene en stock pero tiene en cambio una máquina que mide menos de un par de metros de largo, un metro de ancho y metro y medio de alto. Mientras el cliente-lector espera tomándose un espresso en el café de al lado, el librero pide a la editorial el libro solicitado y recibe a cambio un archivo en su ordenador y una factura (en la que constan los derechos de autor). Con ese archivo en pantalla, el librero pide a su máquina (¡cuyo nombre, nunca más apropiado, es Espre-
sso!) un ejemplar (¡uno solo!) y en cuestión de cinco minutos lo entrega al cliente-lector. Su aspecto no difiere en nada del de un libro normal. ¿Precio de venta al público? Exactamente el mismo que si el libro hubiera sido impreso según el método convencional.

No es ningún milagro: el trámite ha permitido el ahorro de los costos de distribución. Y los de almacenaje. Y los de transporte. Y los de parte del alquiler del local del librero, que podrá ser muy pequeño.
Con el tiempo –cuestión de años, quizá de meses– la Espresso encogerá aún más sus dimensiones y su costo, y no debería sorprender que pronto se fabricara "para el hogar", con lo cual estaría al alcance de todos los bolsillos –y se ahorrara así, además del costo de distribución, el del librero–.
Como si no bastara, gracias a la Espre-
sso el librero puede hoy ofrecer en su pequeño local todos los libros del mundo, que ya nunca estarán agotados. Dentro de poco, con una Espresso-hogar, todos los libros del mundo podrán estar en cada
hogar.

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