Todo es posible

Palabras de Saramago

Fui una más entre los centenares de personas que participaron la otra noche en el homenaje a José Saramago, el Nobel portugués que vivía en Lanzarote hasta hace tan sólo cuatro meses. Contaba Pilar del Río, presidenta de la Fundación Saramago, que cuando murió su marido alguien le dio el siguiente pésame: Sensación de planeta deshabitado. Y aunque es cierto que ya no vive aquí, el pasado lunes, sin embargo, tuvimos la impresión de que no se había marchado o, en todo caso, de que regresaba después de algún viaje. La ceremonia se celebró en torno a la presentación de un libro (José Saramago en sus palabras, de Fernando Gómez Aguilera) imprescindible para los millones de saramaguianos desperdigados por el mundo, de los que había una mínima representación en el auditorio de Rivas Vaciamadrid. Su viuda, Pilar, una de las personas más resistentes que conozco, posee el talento de relativizarlo todo y no dramatizar nada, de manera que fueron apareciendo en el escenario músicos, magos, escritores, cineastas, doctores, magistrados y muchos otros amigos, desde el juez Garzón al poeta Marcos Ana, que leyeron con tono contenido las palabras más sabias, agudas y sugerentes de Saramago, con la mayor naturalidad y sin la menor sacralización como a él, probablemente, le hubiera gustado.

Tenía razón cuando dijo que hay dos palabras que no se pueden usar: una es siempre y la otra nunca. "¿Sabes en qué se parece una victoria a una derrota? –me dijo en cierta ocasión al felicitarle por uno de sus éxitos–. En que ninguna de las dos es definitiva". Un buen argumento para continuar resistiendo.

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