Todo es posible

La ceremonia de la confusión

Dudo mucho que la ciudad de Santiago recibiera al Dalai Lama con la misma cordialidad que al papa Benedicto XVI, como ha dicho el alcalde socialista de la capital gallega para contrarrestar las críticas de un sector de los compostelanos, que no ven con buenos ojos el júbilo consistorial ante la inminente visita. El líder espiritual del budismo tibetano tiene pocos seguidores en Galicia, de manera que ni requiere tanta atención ni mucho menos semejante inversión. Se calcula que el recibimiento al Papa y su séquito costará a los contribuyentes españoles doscientos mil euros a la hora, aunque con ello se garantiza un excelente negocio promocional, hostelero y mediático para Santiago de Compostela y Barcelona, las dos ciudades que visitará el Pontífice el próximo fin de semana.

Joseph Ratzinger viene a España, por segunda vez, en su doble función de máxima autoridad católica y jefe del Estado vaticano, y por lo tanto acapara todo el respeto religioso y los honores políticos e institucionales que se confunden en las mismas ceremonias. Es curioso que los nacionalistas, sobre todo los catalanes de distinta ideología, le reciban con tanto entusiasmo como para publicar un anuncio de bienvenida en las páginas del Corriere della Sera y, sin embargo, los cristianos evangélicos se conviertan en portavoces del profundo malestar de las víctimas de los delitos cometidos por numerosos ministros de la Iglesia, así como de otros sectores damnificados por la política vaticana. Son muchas las voces que se unen para reclamar al Gobierno que sea coherente con el mandato Constitucional y no otorgue un trato tan privilegiado a la Iglesia católica.

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