Todo es posible

Un clavo ardiendo

Observen la actitud prepotente de los financieros, la soltura con la que desfilan por las pasarelas, el decorado de fondo de esas cumbres internacionales en las que todos bromean, se palmotean el cogote, se besuquean y se ríen a carcajadas. Parecen encantados de haberse conocido. Siempre me pregunto de qué se ríen; por qué se muestran tan pletóricos si son incapaces de resolver los problemas que les encomiendan. Es verdad que tienen motivos para estar contentos porque a ellos no les afecta la reducción del gasto público, el retraso de la jubilación, las privatizaciones de los servicios, los ajustes del mercado laboral, el desempleo, las hipotecas, los desahucios... Todas las amarguras socioeconómicas de este mundo (las que padece la mayoría de la humanidad) les son ajenas. Su único objetivo es exigir la reducción del déficit y aplicar algunos retoques financieros. Y que les dejen maniobrar en paz, como venía sucediendo en los

últimos tiempos.
Que no vengan los del 15-M a tocarles con la flauta en las narices. Y, menos aún, un candidato a la Presidencia del Gobierno con una serie de propuestas peregrinas, impropias de un partido, por muy socialista que fuera, que lleva más de un año aplicando disciplinadamente sus recetas. No se le ocurre otra cosa que volver con la vieja cantinela: una tasa sobre las transacciones financieras; otra sobre los beneficios de los bancos para crear empleo; acabar con los paraísos fiscales y subir los impuestos a las grandes fortunas. A Rubalcaba lo van a crujir, a no ser que los votantes de la izquierda se agarren a él como a un clavo ardiendo.

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