Todo es posible

Comparar es odioso, pero inevitable

Lo que no se puede aguantar es que, mientras el Gobierno fríe a impuestos a las rentas medias, una minoría de privilegiados se vaya de rositas. A los individuos que se lo siguen llevando crudo, sin inmutarse, les importa un bledo el brutal esfuerzo que estamos haciendo la mayoría de los ciudadanos, con especial desgarro los 4.422.359 millones de parados. No es sólo una cuestión de justicia, sino de rabia. De momento, es una rabia contenida, pero nadie sabe cuánto tiempo más se podrán soportar los agravios comparativos. Los hay de gran envergadura, como el hecho de que los 12 españoles más ricos ganen un 6% más y acumulen un patrimonio de 37.700 millones en Bolsa. Otros de fuera, como Buffett o Bettencourt, tuvieron el detalle de proponer un aumento de sus impuestos, aunque luego no lo hicieron, digamos que por falta de quórum, tiene gracia. Pues aquí ni eso.

Los hay de menor relevancia (sigo con agravios comparativos), como los directivos de las cajas con ayudas públicas que se blindan con 47 millones. Y los hay de pequeña magnitud, y no por ello menos ofensivos, como es el caso de la presidenta de la Diputación y del PP de León, que acumula 12 sueldos, la mayoría procedentes de cargos públicos o de empresas dependientes de la Administración. Y, no contenta con eso, se ha subido más del 13% en uno de ellos. Se ha detectado, al parecer, otra especie del mismo pelaje en El Barco (Ávila). Me pregunto cuántos elementos de semejante porte se estarán hiperforrando camuflados en las arbitrariedades administrativas. Todas las comparaciones son odiosas, pero inevitables y, sobre todo, insultantes.

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