Todo es posible

El escritor fantasma

No es cierto que los discursos los escriba quien los lee, como dijo en cierta ocasión el que fue jefe de la Casa del Rey, cuando le preguntaron sobre unas frases pronunciadas por el jefe del Estado que provocaron una gran polémica. Pues bien, del rey para abajo ninguno. Ya saben que los presidentes de Gobierno, de comunidades autónomas, alcaldes y demás autoridades, tienen un negro que les escribe sus discursos. Por no hablar de novelistas, dramaturgos y otras celebridades que firman los libros de los que no son autores.

No les descubro nada si les digo que estos profesionales encargados de asumir la minuciosa tarea de llenar páginas para mayor gloria del personaje que pone su nombre tras el título de la obra, cobra una cantidad mucho más modesta de la que le correspondería por derechos de autor. Salvo excepciones. Es de lo más políticamente incorrecto, y hasta despectivo, decir que incluso el presidente Obama tiene un negro que le borda los discursos. A los negros literarios los anglosajones les llaman ghost writers (escritores fantasma), porque realizan su trabajo en la clandestinidad y no trasciende su nombre. Sólo se conocen en contadas ocasiones, como es el caso de Jon Favreau, el joven autor de los brillantes discursos de Obama, que apareció en la portada de The Washington Post. Favreau se siente orgulloso de ejercer un oficio reconocido y bien remunerado. Asunto bien distinto el del periodista Antonio Alemany, que por ser el negro de Jaume Matas y recibir presuntos cobros irregulares, se ve envuelto en la poliédrica trama del caso Palma Arena y pasa del anonimato al banquillo de los acusados.

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