Todo es posible

Filosofar

Hay quien confunde la filosofía con una
abstracción, pero filosofar no es ni más ni menos que tener capacidad de asombro, ese estupor del que hablaban los presocráticos. Filosofar es la imagen de un niño que pregunta infinitas veces por qué, es
reunirnos para hablar de la vida, del precio de las cosas, de un suceso, del trabajo, del amor, de los amigos, de las comidas que nos gustan, de las enfermedades, del dolor, de la pena, del dinero, de la alegría y de todo lo que nos sirve para comunicarnos, aprender, desahogarnos, aliviar tensiones y, en definitiva, dar sentido a nuestra propia vida. Esas conversaciones se producen en la calle, en el transporte público, en Internet, en la cama, en las sobremesas, en los bares y en cualquier lugar donde la gente exprese libremente sus sentimientos, aunque lo haga sin habilidad dialéctica.

Hay dos maneras de sacar conclusiones: observar agazapados la realidad o hacer encuestas. La primera modalidad es muy arriesgada, porque los resultados sólo se admiten si el observador tiene buena reputación. Los sondeos, sin embargo, gozan de inmerecido prestigio, porque sus conclusiones no se suelen poner en cuestión.
Uno reciente, cuyos porcentajes eludo para abreviar, dice que los jóvenes españoles son más conservadores que hace cuatro años. Por lo visto hay más a favor de la pena de muerte y aumentan los que rechazan el matrimonio entre homosexuales y consideran que el aborto no es un derecho de la mujer. Frente a los resultados de la encuesta, prefiero dar más crédito a quienes, con sólo mirar a su alrededor, se dan cuenta de que los jóvenes no pueden ser tan
retrógrados.

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