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12 de octubre: fiesta nacional... saharaui

Ayer 12 de octubre fue fiesta nacional... en el Sáhara. Desde 1975 se celebra en esta fecha el Día de la Unidad Nacional Saharaui. Y este no ha sido un aniversario cualquiera: dentro de unas semanas se cumplirán también 40 años de la invasión por parte de Marruecos y Mauritania de la entonces colonia española del Sáhara Occidental, coincidiendo con la ansiada resolución de Naciones Unidas que, esperemos, comience a sacar del atolladero el insoportable bloqueo de la comunidad internacional tras 24 años del alto el fuego, siendo ya uno de los conflictos internacionales más antiguos en los que participa una misión de la ONU.

Aprovechando esta importante conmemoración, una delegación del grupo de la Izquierda Unitaria Europea (GUE/NGL) en el Parlamento Europeo nos hemos desplazado estos días a los campamentos de refugiados saharauis para participar en las distintas actividades de esta celebración, encontrarnos con representantes institucionales y actores sociales, y conocer de primera mano la realidad del pueblo saharaui en su exilio en Argelia y en los territorios liberados por el Polisario durante aquellos 16 años de guerra con Marruecos. Una delegación formada por los eurodiputados Paloma López, de Izquierda Unida, Miguel Viegas, del Partido Comunista Portugués y por mí mismo, además de por varios asistentes parlamentarios. De esta forma, hemos tenido la oportunidad de entrevistarnos con el Primer Ministro de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), con miembros del Parlamento Nacional, de la Unión Nacional de Mujeres, de Jóvenes y de Estudiantes, además de con agencias de Naciones Unidas y ONG internacionales sobre el terreno.

En nuestros diferente encuentros nos hemos topado reiteradamente con dos conceptos que nuestros distintos interlocutores repetían constantemente. El primero de ellos es desconfianza. Desconfianza hacia la comunidad internacional, sus leyes e instituciones, de la que tanto esperaban y que tan poco ha hecho por desbloquear la situación de insoportable status quo en la que vive el pueblo saharaui desde hace décadas. Una legalidad internacional que sigue reconociendo al Estado español como la potencia administradora del Sahara Occidental, un territorio pendiente de descolonización, lo cual sitúa a Marruecos en la evidente posición de ocupante ilegal. Pero de nada sirven las resoluciones bienintencionadas si no se acompañan de voluntad política, de normas vinculantes. Sin ellas, solo queda la "ilegalidad internacional" de la que hablan en los campamentos.

El otro concepto es frustración. Una frustración que es fuente de desesperanza y antesala de la desesperación. Desesperación que puede llevar a buena parte de la población saharaui, especialmente los mas jóvenes, a buscar alternativas de resolución del conflicto mas allá de la vía muerta del dialogo institucional. Si la siempre presente opción de retomar la lucha armada termina imponiéndose como única salida, será menos como consecuencia de una apuesta decidida y estrategia bien definida, sino como resultado de la imposibilidad de alcanzar una solución pacífica. Y en ese hipotético pero no descartable escenario, las responsabilidades habrá que buscarlas entre quienes no han hecho nada o directamente han puesto palos en las ruedas de un proceso de descolonización incompleto que todavía tiene un referéndum y muchas deudas pendientes. Deudas, entre otras y sobre todo, del Estado español, que ayer también celebraba su fiesta nacional, reminiscencia franquista del día de la "raza",  conmemorando para ello el aplastamiento de los derechos y del futuro de otros pueblos del sur. La historia se repite. Esta vez en pleno desierto del Sahara, sin embargo, lo que se celebraba allí ayer era bien distinto: la esperanza de un pueblo en lucha por su emancipación.

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