Trabajar cansa

San Juanalberto Belloch

                                        

"A un hombre no se le pone por consenso una calle, sino por méritos, y un santo tiene méritos, nada menos que eso, ser santo" -Juan Alberto Belloch, alcalde de Zaragoza-

                                              

 La santidad ya no es lo que era, y hoy cualquiera puede llegar a ser santo, o al menos beato, y tener su fecha señalada en el calendario. Desde que el Papa Wojtyla relajó los requisitos para ser canonizado y se puso a fabricar santos a carretadas, el cielo católico es un sitio muy concurrido, ya no es el club selecto que un día fue y cuyo acceso requería de un martirio atroz o milagros sobrenaturales.

Por eso no sería extraño que dentro de unos años el santoral incluyese a unos cuantos hombres del PSOE destacados en la defensa de la fe. Ahí estarían San José Bono (martirizado cuando quiso ponerle placa a Sor Maravillas), San Paco Vázquez (devoto embajador vaticano), y desde ahora también San Juanalberto Belloch.

Me cuenta mi buen amigo y mejor historiador Javier Rodrigo lo revuelta que anda Zaragoza por la decisión del alcalde socialista de ponerle una calle a San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. El ayuntamiento decidió, en aplicación de la ley de memoria, eliminar el nombre franquista de cuarenta calles. Y el alcalde Belloch se ha empeñado en que una de ellas, hasta ahora dedicada al general Sueiro, lleve el nombre de San Josemaría, conocido como saben por su lucha en favor de la democracia.

Por lo visto hay ciudadanos zaragozanos que no entienden que su alcalde ponga calle a un talibán como Escrivá. Y que además lo haga en un aparente acto de higiene democrática, pues quitarle calle a un militar golpista para dársela a Josemaría es, nunca mejor dicho, desvestir un santo para vestir a otro.

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