Trabajar cansa

A seguir la línea

"Un día decidió calcular cuántos kilómetros cubrirían sus escritos, en caso de colocarlos todos en una larguísima línea" -Javier Ortiz, periodista. De su obituario- 

                      

 No, no soy Javier Ortiz, ya se habrán dado cuenta. Tampoco pretendo reemplazarlo, aunque desde hoy ocuparé el espacio impreso que queda tras su muerte. Sé que durante mucho tiempo los lectores seguirán esperando la columna de Javier al abrir esta página. Todos sus lectores. Los afines, pero también –o sobre todo- sus enemigos, quienes le leían a la contra. 

Los lectores de periódico somos animales de costumbre, y seguimos una rutina invariable al abrirlo cada mañana. Cada uno tiene una forma de leer, decide por dónde empieza y en qué orden pasa las páginas, discriminando según sus intereses. Y si algo altera esa rutina, si nos cambian el orden de las secciones o falta algo en la página habitual, tardamos en adaptarnos al cambio. 

Por encima de esas rutinas, hay periodistas que marcan su página. Que atraen lectores y los vuelven fieles. Es el caso de Javier Ortiz en este periódico, en esta página que hoy cambia. Lo suyo más que una columna parecía un pilar, ya me entienden. No es que sin él se tambalee el periódico –sólo de pensarlo me parece oír su carcajada-, pero habrá que aprender a leerlo de otra manera, sin sus dardos, sin sus aciertos y sus manías. 

Cuando desaparece un referente seguimos viendo la realidad con sus ojos, echándolos de menos. A muchos nos pasa desde hace años con Vázquez Montalbán, o con Chumy Chúmez, y nos pasa ya con Javier. La pregunta habitual es: "¿qué habría opinado él sobre esto?". En estos casos, su falta no debe movernos a la melancolía, sino a pensar libremente, a sospechar, como haría él. En definitiva, a seguir la línea que él empezó, aunque no tengamos el mismo trazo.

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