Trabajar cansa

Una fuga que no es radiactiva

"En Garoña no hay ni peces con tres ojos ni niños con tres cabezas, sino una energía limpia, segura y barata" -Campaña de Nuevas Generaciones de Valladolid- 

               

Durante décadas, las centrales nucleares españolas han sufrido una fuga continua y silenciosa. Pero no ha sido de partículas radiactivas, sino de dinero. Mientras nos distraíamos vigilando un eventual escape contaminante, lo que sí se filtraba, y no precisamente a la atmósfera, eran los beneficios generados en ellas. 

¿Cuánto? Ni idea, y no parece fácil saberlo, pues el componente económico de la energía nuclear vive en una nebulosa de inversiones privadas y compensaciones públicas cuyo resultado es una incógnita. Pero vista la insistencia del Foro Nuclear para que no se cierre Garoña, imaginamos que es un buen negocio, ya que este lobby lo forman las propias centrales, las eléctricas, la industria relacionada y las empresas de servicios. Es decir, todos los que comen nuclear. 

Me llama la atención que el componente empresarial quede fuera del actual debate sobre la energía nuclear. Tanto partidarios como detractores argumentan sobre la dependencia energética, la seguridad, la contaminación o los puestos de trabajo, pero no oigo hablar de cuánto dinero está en juego para sus dueños. Y no sólo con la nuclear: pasa también con las renovables, cuyas ventajas son conocidas, pero apenas hay debate sobre la propiedad de parques eólicos y huertas solares. 

Tenemos tan asumido que la producción de energía esté en manos privadas, que cuestionar el modelo puede parecer algo casi soviético. Y sin embargo podríamos mirar a Francia, ese país que los pronucleares suelen poner como ejemplo. Allí sus 59 centrales son propiedad de EDF, la antigua empresa pública que hoy, pese a su privatización parcial, sigue controlada por el Estado en un 85%. Me da que allí hay menos fugas.

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