Trabajar cansa

A Kabul sólo le falta un Corte Inglés

"Dejar Afganistán sería el fin de los esfuerzos humanos, financieros y militares por reconstruir el país" -Hervé Morin, ministro francés de Defensa-

                        

Estoy convencido de que las tropas extranjeras en Afganistán están dedicadas a reconstruir el país. Tanto afán ponen en ello que, para que la tarea no decaiga, en paralelo a la reconstrucción avanza imparable la destrucción. Lo que se levanta por la mañana lo derriba por la tarde un bombardeo o un coche bomba, y vuelta a empezar.

Hasta ahora las reconstrucciones se hacían en la posguerra, una vez terminado el conflicto. En Afganistán han inventado una nueva fórmula: reconstruir durante la guerra. Sale más caro, claro, pero ya habrá quien se lo embolse. Hasta ahora la llamada comunidad internacional ha enviado más de 60.000 millones de dólares, pero el 90% se gasta en proteger militarmente lo poco que se reconstruye. Ahí se incluye el sueldo de los 40.000 agentes de seguridad privada que operan allí. Del pellizco restante para asuntos civiles, la mayoría se queda en algún bolsillo, pues Afganistán es hoy uno de los países más corruptos del mundo.

Pese a todo, la misión está teniendo resultados visibles. Ahí están las elecciones presidenciales, cuyo recuento es tan exquisitamente democrático que aún dura. O la normalidad que poco a poco va llegando a las ciudades afganas.

Un buen ejemplo es el flamante sector hostelero, cuya oferta tiene poco que envidiar la de otras capitales del mundo. En Kabul, por ejemplo, hay ya varios restaurantes extranjeros, incluido uno de comida española. ¿No es eso normalidad? Vale, están rodeados de alambradas y protegidos por mercenarios, y los afganos tienen prohibida la entrada. Pero tengamos en cuenta que ésa es toda la normalidad a que puede aspirar el país por mucho tiempo. No nos sorprenda que cualquier día abran un Corte Inglés.

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